* El programa “Todos a aprender”
** Las claves de la competitividad
Una nueva era comercial está viviendo Colombia producto no sólo de la entrada en vigencia de los acuerdos de libre comercio con muchos países, sino porque en medio de esa globalización el factor de la competitividad se está convirtiendo en el principal elemento para diferenciar los conglomerados nacionales que son capaces de enfrentar los retos con criterio de rentabilidad económica, social, política e institucional, de aquellos que están condenados al subdesarrollo, la dependencia y los bajos niveles de calidad de vida.
Si algo ha quedado demostrado en las últimas tres décadas, y sobre todo ahora que las llamadas “potencias emergentes” se consolidan a escala global, es que la educación es un factor de desarrollo prioritario, por cuanto las naciones en donde su recurso humano está mejor formado e instruido, con criterios de integralidad e innovación, tienen una mayor capacidad de explotar ese potencial para generar valor agregado en distintos rubros. No es casualidad que los estudiantes que quedan en los primeros lugares en las pruebas globales sobre destrezas en comprensión de lectura, ciencias o matemáticas provengan, precisamente, de países con altos niveles de calidad de vida o potencias económicas de primer orden como Finlandia, China, Hong Kong, Singapur, Canadá, Nueva Zelanda o Japón…
En ese orden de ideas, hoy más que nunca apostar por la educación es apostar por el progreso y el desarrollo real y tangible. En Colombia poco a poco esa visión política se ha ido implementando, ya no como formulaciones teóricas generales o metas gaseosas, sino en la forma de programas tangibles y medibles.
Es en ese marco en donde la revisión de los resultados del programa “Todos a aprender” del actual Ejecutivo resulta trascendental, sobre todo por su enfoque de que la mejoría del sistema educativo no se centra única y exclusivamente en la ampliación de la cobertura, sino en la calidad misma de la instrucción. Es decir, se evoluciona de un elemento cuantitativo, como lo es el número de niños, adolescentes y jóvenes matriculados en escuelas, colegios, institutos técnicos, tecnológicos o universidades, a la puesta en marcha de modelos que cualifican las capacidades de docentes y alumnos.
“Todos a aprender” es el programa bandera gubernamental para mejorar los estándares de aprendizaje de 2 millones 300 mil estudiantes de básica primaria, dirigido a lograr una transformación de la calidad educativa que derive en la formación de seres humanos más integrales, con valores y principios éticos, a la par de un dominio más fluido en las áreas de lenguaje y matemáticas. Las metas propuestas son ambiciosas por cuanto la idea es capacitar en el aula de clase a 70.000 educadores -entre docentes de aula y directivos-, enfocándose principalmente en 3.000 establecimientos educativos que muestran el más bajo rendimiento en 608 municipios. Se trata de un esfuerzo conjunto que aprovecha la experiencia de docentes, formadores, tutores, padres de familia y estudiantes y, sobre lo diagnosticado a partir de esas visiones, formula modelos pedagógicos y de administración que permitan hacer de los niños motores de conocimiento e innovación, así como personas con respeto por las garantías fundamentales y la cultura de paz y convivencia. Para ello se acude a herramientas como el programa de entrega de más de ocho millones de textos educativos de alta calidad de matemáticas y lenguaje para estudiantes y docentes, la ampliación del programa de gratuidad de la educación pública y, obviamente, una mejoría en la infraestructura y administración del sector.
El Gobierno defendió esta semana los avances en este programa y dijo que las metas van dentro de los cronogramas. Paradójicamente, el sindicato docente, que esta semana realizó una protesta, aunque sin mayor eco, debería emitir también su evaluación al respecto, pues nadie más calificado que el profesorado para diagnosticar los progresos y falencias en el sistema de instrucción de niños, jóvenes y adultos en Colombia.
Ser un país competitivo pasa obligatoriamente por tener un recurso humano educado bajo estándares de calidad, integralidad y modernidad. Y eso sólo se conseguirá cuando entendamos que la inversión en educación va más allá del flanco social y se adentra en las rutas obligatorias para alcanzar progreso y desarrollo.