Juventud, Personaje del Año | El Nuevo Siglo
Domingo, 1 de Diciembre de 2019
  • Los nuevos tiempos de la democracia
  • Expresión nítida e indisoluble del país

 

Nadie dudaría a estas alturas de 2019 que el Personaje del Año en el país, ya entrando diciembre, han sido los jóvenes. Y que en esa importante porción de la población reposa hoy una gigantesca vocación de futuro que, de labrarse acertadamente y aun con las dificultades que encarna llegar a simplificaciones elementales en torno del tema, permite avizorar para Colombia un horizonte a todas luces promisorio. De hecho, como un activo fijo en el balance nacional actual y, todavía más, dentro de las vigencias sociales y políticas de los próximos lustros.   

Al decirlo de este modo no se trata, desde luego, de recurrir al manido expediente según el cual el porvenir descansa en la juventud. Lo que, por supuesto, no es solo un pleonasmo, sino un estereotipo que suele argüirse de forma escueta y oxidada desde tiempos remotos y de algún modo para salir del paso. Pero en esta ocasión, a diferencia de aquella frase vetusta propia del cierre de los ciclos académicos, es un hecho comprobado que los jóvenes del país, vistos los sucesos que han venido desarrollándose mes a mes desde enero, han tenido una incidencia superlativa y si se quiere, imprevista, en la nueva fijación del acontecer colombiano. Y, por tanto, hay en ellos una expresión nítida e indisoluble del país, bien sea en los resultados históricos de los triunfos deportivos de este año, en las jornadas de inconformidad y protesta social de estos días, en la formación paulatina de una nueva dirigencia democrática en pleno desarrollo -fruto de las elecciones regionales recientes- o en la creación y consolidación de empresas exitosas asociadas con las oportunidades de la modernidad.

En principio, habría que decir que los jóvenes colombianos se han matriculado naturalmente en algo así como el “aquí y ahora”, que es la característica predominante de la trayectoria universal contemporánea. Si nadie, cualquiera sea la edad, está hoy exento de la aceleración como génesis del devenir cotidiano y del tiempo real como motor exigente para resolver las expectativas inmediatas, en virtud de la interconexión electrónica, el caso es mucho más palpable en la juventud que, por lo demás, nació o creció dentro de unos parámetros conceptuales acordes con la única noción de temporalidad que le ha sido dable conocer. En esa perspectiva, para los jóvenes de hoy, no cabría el calificativo de “vertiginoso”, en cuanto a su sentido del tiempo, y menos puede confundirse la celeridad, proveniente del entorno creado, con una impaciencia excesiva, tal y como se calificaría previamente. Si eso fue lo que se pretendió con la irrupción tecnológica, resulta ahora contradictorio quejarse de los resultados. Por supuesto, todo ello llevaría al abismo, al automatismo, a la robótica, si no media una directriz humanista y una interpretación colectiva del bien común. Y todavía peor, si no se está abierto a la comunicación y el diálogo, fuente impostergable de los propósitos anteriores y, en suma, de cualquier razón humana despojada de violencia y proclive a la sindéresis.

De suyo, las ciencias sociales y políticas y en la misma medida el periodismo, se han visto a gatas para explicar el complejo fenómeno de la juventud actual y solo han atinado a abordarlo por medio de clasificaciones generacionales como las de “millennials”, nativos digitales y decenas de categorizaciones en una u otra dirección. El hecho, en todo caso y más allá de esos encasillamientos en cierta medida estériles, es que hoy en día en Colombia, a raíz de la prolongación del promedio de vida -que es otra de las tipologías globales- comparten como nunca cinco generaciones diferentes en una nación de todos. Y es justamente a partir del diálogo intergeneracional, no solo en familia y con plena vocería de la juventud, como se puede lograr un consenso para potenciar las energías nacionales y adquirir una dinámica conjunta que permita focalizar y resolver los temas atinentes a las políticas públicas, hoy en juego, comenzando por buscar territorios comunes dentro de una dialéctica positiva que, por la fuerza de su ejercicio, suprima el anacronismo de la polarización, opere las instituciones democráticas y proscriba las tendencias anarquizantes de quienes aprovechan cualquier resquicio para convertir la nación en un baúl de anzuelos.

Tiene, asimismo, el país, incluso a diferencia de muchos otros lugares del mundo, la coincidencia particular de contar con un Primer Mandatario joven. Puede decirse, en ese caso, que la antorcha generacional ha sido pasada desde hace ya un tiempo, pero no solo en ese, sino en muchos otros aspectos colectivos. Hacer énfasis en esto, como se ha visto a lo largo de estos meses de las diferentes expresiones juveniles, bien en el deporte, bien en el liderazgo estudiantil, bien en la llamada Economía Naranja, bien en la política y tantas manifestaciones más, permite no solo declarar a la juventud colombiana como Personaje del Año 2019, sino hacerlo aquí y ahora como acicate de la esperanza.