Los gobiernos, según sus necesidades políticas, económicas y sociales, suelen fomentar empresas o venderlas, teniendo especial cautela en áreas estratégicas o en las cuales el capital privado no suele arriesgarse. No siempre se consagra ese objetivo social. El caso de Isagén es un ejemplo de lo que puede lograr el Estado cuando se invierte bien, se obra con inteligencia y efectivo apoyo técnico, lo mismo que se atienden de manera provechosa las necesidades del mercado, en este caso de electricidad, que es el motor del desarrollo. Isagén se nutre de aguas colombianas que son patrimonio de la Nación y que en el mundo actual tienen un valor aún más importante que el crudo, pues todos los estudios científicos al respecto recomiendan que para que la humanidad sobreviva el agua es esencial. Le parece al Gobierno que los recursos que representa el valor de Isagén se pueden utilizar en otras finalidades del desarrollo, como invertir en vías. Lo que sería optar por una inversión incierta, sin saber ni la calidad de las obras, ni siquiera si se van a realizar. Cuando tenemos las peores experiencias y escándalos en ese sentido, pero que de todas maneras es preciso emprender con ejecutores audaces para derrotar el atraso y la violencia. A nuestro juicio por concesión y que los interesados pongan los recursos, la tecnología y la obra.
Los contratos con adelantos en obras públicas han probado ser la vena rota del Tesoro Público, pese a que se deben otorgar en principio para los pequeños contratistas que no deben salir del juego de la libre competencia. Así se trate de una necesidad urgente, en particular si se pretende comunicar la periferia del país, que por más de un siglo se abandonó a su suerte, en un país en el cual los caciques políticos decían que había que gobernar apenas para la gente civilizada de las ciudades que es mayoría y la que vota. Sin importar que en esas regiones de la periferia campeara la ley del más fuerte y la violencia. Álvaro Gómez concebía el Plan Nacional de Desarrollo como la redención de la periferia con finalidad de incorporar sus extensos y marginados territorios a la producción, como lo hizo el Brasil con el cerrado. Así que la producción de electricidad es esencial para el desarrollo, lo mismo que el combustible para ser más competitivos que otros países, dado que nuestra carga se mueve en su mayoría por carretera y aquí artificialmente se paga el galón de gasolina entre los más altos de la región, quizá para favorecer el contrabando de terceros países. Al vender Isagén, al contrario de lo que predica alguno de los promotores de su privatización, no va a abaratar los precios del kilovatio de energía, sino lo contrario. Puesto que como lo postula en los albores del capitalismo con sabiduría Adam Smith, en La Riqueza de las Naciones, la ganancia es el gran motor del sector privado e incrementar utilidades su obsesión, no las obras de caridad, más cuando se les entrega un virtual monopolio. Y si realmente esos fondos se requieren no para tapar el hueco fiscal, sino para hacer obras públicas, se pueden hacer préstamos a largo plazo y con bajos intereses a la banca mundial con la garantía de Isagén. Lo que se cancelaría con las utilidades de la empresa en relativamente poco tiempo. Ese sí sería un negocio productivo, nos quedamos con la joya de la corona y hacemos infraestructura como lo reclama el Gobierno.
Tanto para la opción de la venta de Isagén o la del préstamo es preciso establecer el valor real de la empresa. El negocio se ha presentado como una gran oportunidad en cuanto se alega que en el Gobierno de Álvaro Uribe, se pensó venderla en 3.5 billones de pesos y, actualmente, se estima que se podría negociar en $ 4.5 billones, no se sabe si una parte de ese dinero se pagaría con las utilidades. Resulta que, según expertos internacionales y nacionales, teniendo en cuenta las posibilidades de crecimiento del mercado y la producción de Isagen, que es dueña de 6 centrales hidroeléctricas y térmicas activas, más la Hidroeléctrica de Sogamoso que entrará el año entrante en producción, la empresa valdría muchísimo más del doble, por encima de los $ 8.5 billones. Se calcula que Hidrosogamoso produciría el equivalente al 10% de la capacidad eléctrica del país. Si eso fuese así, al venderla por lo bajo se le causaría una lesión enorme al Estado y al patrimonio de los colombianos. Como sobre el precio se debe hacer claridad antes de la venta, para que no se repita el caso de Carbocol, que se vendió por una suma muy inferior a su valor real, es preciso aclarar el entuerto. Aun en el entendido de que los inversionistas en estos casos requieren de precios razonables para animarse a invertir sumas exorbitantes. Para evitar un golpe mortal a las finanzas estatales y para corroborar que por la vía del préstamo podemos obtener aún más dinero del que se busca para promover la infraestructura de desarrollo de la periferia del país, que parece ser el objetivo principal del ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, y el Gobierno, objetivo que apoyamos para que se consolide la convivencia y el crecimiento económico.