*El doloroso caso de la Orinoquia
*Sinceramiento de la realidad colombiana
Algunos ambientalistas y analistas han sostenido, en días pasados, que Colombia sufrió un desplome al puesto 85 en desempeño ambiental durante los últimos años, acorde con el índice de la Universidad de Yale.
La última medición, sin embargo, no es lineal y por lo tanto no puede tomarse de la manera en que algunos lo han hecho. En efecto, el EPI (Índice de Desempeño Ambiental) que fue publicado en semanas recientes corresponde a lo corrido entre 2002 y 2014, adicionándose nuevas variables sustanciales. Como se sabe, el EPI mide particularmente dos vertientes, la biodiversidad y la salud ambiental con las subdivisiones respectivas. El Índice apareció, en principio, como un elemento del Desarrollo Sostenible y luego pasó a ser parte del desempeño ambiental, referido al ingreso per cápita de cada país y los recursos dedicados a la protección ecosistémica y el mejoramiento del saneamiento. Si se tomara linealmente, como algunos expertos lo han hecho, lo cierto es que la gran mayoría de países, especialmente los latinoamericanos, habrían sufrido una deflación esencial. Caso principalísimo el de Costa Rica, que dentro de esos criterios habría pasado del puesto 5 al 54.
No obstante, el mismo estudio de la Universidad de Yale trae una extrapolación de las variables nuevas y las aplica anualmente de atrás hacia adelante de 2002 a 2014. De este modo, Colombia ha venido ocupando desde entonces una posición que oscila entre los puestos 84 y 87, comprendidos los 178 países del año 2014. De la misma manera se habría movido entre una puntuación de 48,4 a 50,77 por ciento. Estos rangos, básicamente, por un rubro bastante mediocre en salud general (puesto 109) y subsidios agrícolas (puesto 144). Sin embargo, la tendencia del mejoramiento en desempeño ambiental se sitúa en un rango de 4,9 sobre 10.
No es bueno, ciertamente, que Colombia se haya situado, durante esos doce años, apenas por encima de la media tabla. Si bien, como dice El Espectador, no se trató de un “desplome” sino de un “sinceramiento”, la verdad es que se ponen las alertas sobre una parte importante de los indicadores, particularmente los que tienen que ver con la salud y la agricultura. Aún así, si fuera exclusivamente por el tema ambiental, y específicamente la biodiversidad, Colombia podría tener indicadores más altos. No obstante, indicadores que no resultarían satisfactorios para un país megadiverso y en el que están afincadas las esperanzas ambientales de buena parte del orbe. A nuestro juicio, el gran eje ambiental sobre el cual debe moverse Colombia radica en el Cambio Climático y el ajuste del modelo económico a él.
Nada se saca con tener las riquezas ambientales conocidas si no se entiende que hoy el país ocupa la tercera posición mundial en impacto climático. De hecho, las lecciones dejadas por la catastrófica ola invernal del 2010 y el 2011 se refieren necesariamente no solo a la adaptación, sino a la prevención en un país donde cada día es más evidente la modificación de la temperatura y su incidencia sobre el territorio y los habitantes. Caso concreto y reciente, por ejemplo, la hecatombe en la Orinoquia, en donde las especies han sufrido un golpe inconmensurable a raíz de la sequía y el mal uso del suelo y el subsuelo.
La gran conclusión del estudio de la Universidad de Yale consiste en que a mayores recursos dedicados al tema de la biodiversidad y la salud ambiental, mejores los índices de desempeño. En ello Colombia está francamente retrasada, tanto en cuanto, el sistema ambiental alcanza apenas el 0,7 por ciento del presupuesto nacional, y como bien puede señalarse del estudio ya no interesa exclusivamente que existan instituciones ambientales sino que estas operen efectivamente sobre el territorio. De otra parte, dentro del EPI no está contemplado el ejercicio de 2013. De hecho hay una mención al Perú, que ocupa el lugar 110, por haber creado áreas protegidas en 640 mil hectáreas de la Amazonia. Colombia, por su parte, logró allí casi el triple con el millón 800 mil hectáreas adicionales, durante el 2013, por la ampliación del parque Chiribiquete.
De los pocos países latinoamericanos que subieron en sus índices ambientales fue Chile, reconocida nación minero-energética, que le ha dado prevalencia a las actividades extractivas. Entre tanto, Colombia necesita hacer un ejercicio profundo de ordenamiento del territorio. Ello, sin duda, es consustancial a un buen desempeño ambiental y muy posiblemente, con el eventual ingreso a la OCDE, se solicite un cambio radical sobre la gestión o permanencia de las corporaciones autónomas regionales. El posconflicto requiere ese nuevo ordenamiento, al mismo tiempo que los indicadores EPI deben servir para monitorear las nuevas realidades ambientales propuestas.