El canje de prisioneros llevado a cabo la semana pasada entre Rusia, Estados Unidos y varios países occidentales ha tenido distintas lecturas. La primera y más obvia, pero no por ello menos importante, se refiere al alivio que produjo para los presos liberados y sus familias. Es decir, el componente humanitario como prioridad.
De otro lado, hay analistas que consideran positivo que, incluso en medio de las fuertes tensiones entre las partes, sobre todo por la invasión ordenada por el gobierno de Vladimir Putin a Ucrania, en febrero de 2022, todavía existen mecanismos de interacción mínima que permiten que las grandes potencias accedan a acuerdos para liberar a quienes se consideran capturados por razones políticas o estratégicas. Las personas que fueron intercambiadas provenían de Rusia, Estados Unidos, Alemania, Polonia, Eslovenia, Noruega y Bielorrusia.
Desde ese punto de vista, este canje de prisioneros, uno de los más numerosos desde las épocas de la Guerra Fría, constata que Washington y Moscú todavía tienen canales que les permiten abogar por los suyos y lograr su liberación dentro de las reglas más antiguas pero aún vigentes en asuntos bélicos de baja intensidad, es decir, cuando no hay conflictos internos o internacionales declarados. Esto se comprueba porque diez prisioneros, incluyendo dos menores, fueron transferidos a Rusia, en tanto trece se llevaron a Alemania y tres a Estados Unidos
Otra lectura resulta un poco más crítica y va en la dirección de que este tipo de “canjes” terminan siendo contraproducentes en la medida en que la mayoría de los liberados de lado y lado no fueron capturados por desarrollar labores de espionaje o algún tipo de actividad que le diera ventaja militar o política a determinado país o intereses particulares.
De hecho, entre los presos que Moscú, con mediación turca, aceptó liberar, había varios periodistas, activistas y otras personalidades a las que, en principio, la principal imputación de las autoridades rusas tenía que ver con posturas críticas frente a la invasión a Ucrania o el gobierno Putin.
De igual manera, se teme, sobre todo en Ucrania, que esta clase de acuerdos para canje de prisioneros lleve a la “normalización” del conflicto armado, pese a que esta nación fue agredida sin provocación y justificación alguna, y hoy, más de dos años y medio después, la ofensiva militar de la fuerza invasora se mantiene, con grandes costos en materia humana, económica y de infraestructura.
Pese a todo lo anterior, la ONU señaló que este intercambio de prisioneros entre Estados Unidos, Rusia y otros cinco países constituyó “un acto diplomático sin precedentes”.