So pretexto de defender la libertad de cultos asoman de nuevo las orejas de elementos anticlericales que no pierden oportunidad de atacar a la Iglesia Católica, que es la religión que profesa la gran mayoría de colombianos. Con tenacidad y virulencia los individuos hostiles a ese credo, no se limitan a poner en duda sus valores, sino que atentan contra sus tradiciones más caras. Consideran que como se consagra en la Carta de 1991 la libertad de cultos, la religión católica debe ser degradada e impedir que se le rinda homenaje a sus santos. Cuando precisamente estas regiones se incorporan a la civilización occidental de la mano del clero católico. Siendo su labor misional una de las empresas históricas más importantes de la historia universal y que contribuyó a edificar nuestra cultura.
Al desmoronarse el Imperio Español, el Libertador Simón Bolívar preservó el culto católico, en cuanto entendía los beneficios que traería para forjar la conciencia nacional. Por imitación los radicales de la época siguen a los descreídos apasionados de la Europa enzarzada en luchas antirreligiosas, lo que trajo como consecuencia que en nombre de la libertad de cultos se fomentara mediante la demagogia la persecución al clero, lo que derivó en la expulsión de la Compañía de Jesús. El fundamento de esos ataques perversos era simiesco, en cuanto se producía por imitación y copia al calco de modelos radicales europeos, pues la mayoría de esos “ateos” por conveniencia seguía profesando esa religión.
El estadista Rafael Núñez debió firmar un concordato con el Papa León XIII, para arreglar los problemas con el catolicismo que habían generado varias guerras civiles y persecuciones contra el clero. El respeto por la religión católica facilitó la convivencia y la paz. Al rendirle homenaje oficial a la madre Laura, la compatriota que está en el santoral de la Iglesia, se ejerce el derecho a la libertad constitucional de exaltar a una colombiana que por su virtud y como misionera, es ejemplo para Colombia y la humanidad.