Galán, periodista y político | El Nuevo Siglo
Sábado, 16 de Agosto de 2014

Paladín contra la injusticia

Afiche de campaña lo define

 

Por estos días, en los que  se cumplen 25 años del vil asesinato de Luis Carlos Galán, es oportuno recordar que por formación era abogado, mas en lo profundo de su ser prevalecía la sangre del periodista, su condición de periodista siempre alerta y analítico, que ve lo que otros no ven, lo que otros niegan y lo denuncia. Esa escuela del periodismo lo formó como uno de los visionarios de la política social que  combate la corrupción en la política nacional. En la redacción de El Tiempo se destaca por sus escritos, sus denuncias, sus crónicas políticas. Sostenía que el periodismo era la mayor escuela para adentrarse en los problemas colectivos, en los desafíos de la sociedad en tiempos en los cuales algunas minorías universitarias veían  su ídolo en el Che Guevara y se sentían tentados a tomar una mochila, empuñar un arma  e irse al monte a combatir. Nunca se aclaró qué pretendían, cuáles eran sus proyectos, qué conocimiento tenían de la realidad nacional. Les bastaba con seguir el ejemplo de la Cuba de Fidel Castro y pensaban que era suficiente la utopía para construir una sociedad mejor.

Una de las facetas menos conocidas de Luís Carlos Galán sería la de intentar convencer a jóvenes valiosos por su inteligencia y valores morales para que no se dejaran tentar por el sarampión revolucionario, que tenía en el fondo un matiz anarquista e ingenuo, antes de que algunos de estos seguidores de la revolución cubana se convirtieran en sanguinarios verdugos, dispuestos al asesinato de los campesinos que no les marchaban y, por supuesto, de lo que ellos denominaban los gusanos de la  clase dirigente y sus secuaces. Galán creía en la democracia, en la posibilidad de hacer una política de ideas por fuera de los pactos de los gamonales, se propuso minar el influjo de los caciques de su propio partido que reducían la política a un simple intercambio burocrático y de influencias, con la finalidad de acrecentar su poder y llenar las alforjas. Galán, que había arrancado su carrera política como periodista influyente y contaba con el apoyo de dos de los más poderosos e influyentes jerarcas del liberalismo, consideraba que era  esencial limpiar la vieja casona roja de los malos elementos que degradaban la política de entonces. Las cosas habrían sido más fáciles para él de no tomar esa decisión. Pronto se encontró con una barrera poderosa y casi infranqueable de los sucios intereses enquistados en su propia colectividad, algo similar a lo que en su tiempo desató las fuerzas oscuras que le costaron la vida al general Rafael Uribe Uribe, quien también quiso reformar su partido y de llegar al poder el país, para ser asesinado por dos artesanos de un comité de base de sus propias fuerzas.

Es de recordar que Alberto Lleras apoyó la candidatura de Luis Carlos Galán, como la fórmula para limpiar a cualquier precio los sucios establos de su partido en los cuales dijo que la mafia había echado raíces. La dura crítica a sus propias fuerzas mostró a un Lleras que no transigía con la concupiscencia de otros jefes de su colectividad. A partir de entonces la campaña por la Presidencia de Galán tomó una especie de cariz místico y mesiánico. Galán era consciente de que ante todo debía liberar a su propio partido de los malos elementos. Incluso, destituir de la Nueva Fuerza, al capo de Medellín, que había logrado llegar al Congreso con su divisa por un arreglo con algún cacique regional que había permeado su organización. A partir de ese momento y por su decisión en caso de llegar al poder de hacer cumplir la ley cayera el que fuese, para hacer un gobierno con elementos incorruptibles, se convirtió en el blanco de los corruptos del país enquistados en las esferas del Estado y ligados a las mafias. Las amenazas se multiplicaron, los intentos de atentar contra su vida se frustraron varias veces. Nada lo arredra, su carácter se endurece como el acero, lo primero es combatir la corrupción, puesto que considera que ese era el cáncer que minaba las entrañas del sistema. Esa actitud irreductible y el estudio de los problemas sociales, lo conducen a insistir con vehemencia en llevar los mejores al poder y reformar la justicia. Serían  sus caballos de batalla a lo largo y ancho del país. Pasa de ser un recursivo expositor a transformarse en orador de masas, al que siguen los jóvenes y las gentes buenas de su partido. El afiche con el puño cerrado en alto, el ademán de orador desafiante y el rostro aguerrido, la mirada fija en el futuro, dicen todo sobre la manera como entendía el poder, como un combate por el desarrollo y  contra la injusticia.