¿Un triunfo en primera vuelta?
Cuando la política exige generosidad
La razón por la cual el candidato Carlos Fernando Galán encabeza con holgura todas las encuestas sobre la alcaldía de Bogotá, e incluso apunta a ganar en primera vuelta el próximo 29 de octubre, según el último sondeo de Guarumo, se debe a que ha sabido interpretar los anhelos de los capitalinos de forma precisa y oportuna.
Nadie podría decir, entonces, que su aspiración ha adquirido esa condición prevalente por cuenta del martirologio de su padre, Luis Carlos Galán o por fruto de alguna preferencia impostada, sino a raíz de haber trasegado al descampado la ciudad, durante lustros, y haberse concentrado en ese largo trecho en la mejor manera de resolver los ingentes problemas citadinos, bien desde el Concejo distrital, bien desde el hemiciclo parlamentario, por lo demás presentando su nombre al escrutinio público para ocupar el despacho de la Casa Liévano en otras oportunidades. La última, ciertamente, cuando perdió apenas por un muy escaso margen con Claudia López.
Esto también porque cada día se vislumbra con más claridad que la democracia municipal, en general, quiere pasar la página de la improvisación y el desgobierno que afectó a varias de las ciudades colombianas en los últimos cuatro años. Fue una época, como se sabe, en la que hubo una dramática incidencia de la pandemia del coronavirus y cuyas secuelas produjeron una desorientación en el modelo político y económico de las urbes, cuando se adujo que había que cambiarlo todo. Incluso esa óptica política, soportada en la crisis sanitaria y sus consecuencias multifacéticas, dijo mucho de los avances logrados desde la elección popular de alcaldes y sobre esa base se produjo el resultado de las elecciones presidenciales que hoy tiene en jaque al país, a partir de la anarquía y el vandalismo que se cráneo y se llevó a cabo a ciencia y paciencia en el mal denominado episodio del “estallido social”.
Frente a ello es, por supuesto, latente, durante esta campaña de “mitaca”, que en las diferentes regiones del país el mayor clamor de los habitantes es por la recuperación del orden y la seguridad. Para eso existe el Estado, cuando se supone asimismo que este goza del monopolio de las armas, precisamente para defender a la ciudadanía. Hay ahí, pues, un claro llamado de atención en el sentido de recuperar la Constitución del desmayo en que se encuentra frente a interpretaciones políticas cuya laxitud ha dejado al descubierto el desamparo de los ciudadanos en múltiples zonas nacionales.
Desde luego, Bogotá no es ajena en absoluto frente a este reto insoslayable. Y es por eso, ciertamente, que la mayoría de programas de los candidatos a la alcaldía capitalina apuntan en esa dirección. Pero ya a estas alturas de la contienda, cuando solo quedan unas pocas semanas para las urnas, lo que interesa es consolidar el frente programático con la mayor cantidad de voluntad política posible. Siendo así parecería lógico que aspirantes de posturas similares se pudieran coaligar en un solo haz para responder de una vez a las inquietudes ciudadanas y poder sentar las bases del nuevo gobierno en el término de la distancia, inclusive con un empalme ágil y predispuesto a cumplir de inmediato con las propuestas de campaña.
Es probable que la idea de la segunda vuelta, para las elecciones de los alcaldes de Bogotá, fuese una buena opción con el fin de afianzar el mandato electoral, pero esto, como se puede colegir de la nueva ley, es innecesario en caso de que uno de los candidatos consiga al menos el 40% de los votos válidos registrados en la primera vuelta, además de ganarle por más de un 10% al siguiente en sufragios. Con ello, por supuesto, se cumple con el propósito de darle la máxima legitimidad política al mandatario capitalino y abrirle un espacio propicio para cumplir con su programa de gobierno.
En ese sentido, Galán podría estar próximo a cumplir con aquel umbral, fruto de la sintonía popular que ha logrado. A juzgar por la encuesta de Guarumo, emitida ayer, y por los otros sondeos en que también se encuentra fortalecido, no sería descabellado entonces que algunos otros aspirantes de bandería similar, pero rezagados en el favor popular, pudieran unírseles, según ya lo habíamos dicho y ahora con más veras. Sería una señal premonitoria de que el cambio ha comenzado. Dejar abierto el más leve resquicio a la demagogia y al populismo, esperando a la segunda vuelta, sería un despropósito inconsecuente, ajeno a la generosidad que muchas veces comporta la política. Los altos designios de la capital exigen actuar aquí y ahora, con verdadero sentido bogotano.