* Gaza, Ucrania, Mar Rojo… difícil coyuntura
* Milei y Lula, dos referentes de orillas distintas
Una cumbre clave para la geopolítica tendrá lugar esta semana en Brasil. Los cancilleres del G-20 realizarán su primer cónclave de este año en medio de una de las coyunturas políticas y económicas más complejas en lo que va de la década.
Es un encuentro determinante, toda vez que este grupo reúne a más del 85% de la economía mundial y también representa a la mayoría de la población del planeta. En Río de Janeiro se darán cita los delegados de Alemania, Arabia Saudí, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, República de Corea, Rusia, Sudáfrica, Turquía y la Unión Europea. A ello se suma una serie de países invitados, como Angola, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, España, Nigeria, Noruega, Portugal y Singapur.
Es claro que hay tensiones internacionales al más alto nivel. De un lado, está el frente de guerra en Gaza, donde Israel viene reforzando su ofensiva final contra el grupo terrorista Hamás. Este será un asunto central, más aún después de lo afirmado este fin de semana por el presidente brasileño, Inácio Lula da Silva, quien de gira por Etiopía lanzó duras acusaciones contra el Estado judío por sus acciones militares en territorio palestino, recibiendo una réplica en igual tono por parte del primer ministro Benjamin Netanyahu, al punto que se convocó a su embajador en el gigante suramericano.
De hecho, Estados Unidos en la antesala de esta cumbre decidió enviar el jefe del Departamento de Estado, Antony Blinken, a reunirse con los dos referentes políticos del subcontinente en este momento. De un lado, el derechista presidente de Argentina, Javier Milei –la estrella del reciente Foro Económico de Davos–, y del otro, el propio Lula da Silva, reconocido portaestandarte de la izquierda y cuyo país, incluso, ocupa ahora la presidencia rotativa del G-20. De hecho, en una prueba más de cómo lo que ocurre en Gaza será clave en esta cumbre, Milei estuvo días atrás en Israel, en donde dio un respaldo contundente al Estado judío y su derecho a la legítima defensa ante el ataque terrorista de Hamás.
Otro tema que será central en la cumbre de las veinte economías más fuertes del planeta es la crisis en el Mar Rojo por cuenta de los ataques terroristas y de ‘piratas’ a los barcos de carga, lo que ha generado un duro golpe al flujo del comercio marítimo internacional.
También se analizará lo que ocurre en Ucrania, en donde esta semana la guerra, tras la invasión rusa, cumple dos años y no se ve en el horizonte cercano una posibilidad de solución pronta al conflicto armado. Si bien la confrontación ya no tiene el coletazo económico del primer año, es claro que todavía impacta el comercio internacional de alimentos, agroinsumos, hidrocarburos y otros frentes relacionados con las sanciones económicas a Moscú, entre otros aspectos.
Aparte de todo lo anterior, es claro que en la cumbre ministerial se tratará lo relativo a los asomos recesivos en muchos países, la crisis creciente por el aumento de la deuda externa en buena parte de las naciones (agravada por la emergencia pandémica), el dilema por mantener altas las tasas de interés para contener el pico inflacionario global, que todavía persiste, así como la necesidad de ahondar en la discusión –ya un poco desgastada, no hay que negarlo– sobre la reforma y la gobernanza de los bancos multilaterales, especialmente el Fondo Monetario Mundial y el Banco Mundial. Igual se debatirá sobre el ajuste a la Organización Mundial del Comercio, que genera muchas controversias y puntos de vista.
El auge de las criptomonedas, las estrategias de transición energética y de combate al cambio climático, así como el aumento de la brecha entre países desarrollados, emergentes y pobres, completan la agenda urgente de esta cumbre del G-20. Ello implica analizar las causas objetivas del hambre y la pobreza que se extienden en varias latitudes.
Es claro, como se ve, que del cónclave de esta semana en Brasil (que tendrá en la próxima un segundo capítulo con la reunión de los ministros de finanzas del bloque, esta vez en São Paulo) pueden salir decisiones de fondo o, tal como ocurre en muchos encuentros internacionales de alto nivel, pueden darse grandes debates pero ninguna determinación en concreto. Habrá que esperar, entonces, el respectivo humo blanco.