* La esforzada campaña de Sarkozy
* Hollande aún pendiente de las elecciones parlamentarias
El desempeño del conservador Nicolas Sarkozy en las elecciones de ayer, en Francia, fue admirable. Después de tener, hace tres meses, encuestas en que quedaba arrasado por casi el 20 por ciento, finalmente se produjo un estrecho triunfo del socialista Francois Hollande por apenas un par de puntos. No hubo pues el anhelado “mandato claro” que venía anunciando el socialismo hace un semestre y, por el contrario, llega a la presidencia francesa una persona que suscita todo tipo de incógnitas. No por sospechas de ninguna índole, sino porque, sin ejercer cargo público de valía, está pendiente de saberse cuál es su corteza y desempeño real en la toma de decisiones y los momentos de crisis. La virtual situación de empate tendrá que dirimirse, a su vez, en las próximas elecciones parlamentarias de junio. Tal sea en Francia el único país del mundo en que los comicios parlamentarios se producen inmediatamente después de los presidenciales. Así lo hizo en una reforma Francois Miterrand, lo que cumplió el propósito de que, por efectos parlamentarios, regionalistas y de otras características, no pudiera presentarse un bloque de centro hacia la derecha unido. Ello ha permitido que el extremismo derechista mantenga una línea independiente, e incluso antagónica, que suele bloquear la unión conservadora en busca de sus propósitos de diferenciación con miras a lograr más escaños en la Asamblea Nacional.
Sarkozy, uno de los pocos presidentes franceses que ha perdido la reelección, mantuvo una actitud acorde con las ideas del pacto fiscal para Europa, ideado con Alemania. En ningún momento, vale decirlo, metió mano en el presupuesto para garantizar su reelección, estuvo lejos de las tentaciones comunes para entregar subsidios a manos rotas, bajar las tarifas o prometer gratuidades. Si bien se presentó como un hombre combativo, mantuvo sus convicciones en medio de un curso político difícil. Pese a que sus opositores concentraron la campaña en su figura, desde el punto de vista administrativo Sarkozy nunca se apartó de su plan de austeridad y el necesario ajuste a la economía francesa para superar el déficit.
No fue por ello, precisamente, Sarkozy una figura atractiva para la juventud, que en su gran mayoría, prefirió a Hollande. Es obvio que los planes de austeridad y los recortes ofrecidos por Sarkozy no eran más que “más de lo mismo” y por tanto su política carecía de brillo, que no de responsabilidad.
El conservatismo anti-Sarkozy, que va desde la extrema de Le Pen a expresidentes como Jacques Chirac, fruto de viejas reyertas internas, no puede sin embargo reclamar vocería e importancia. El problema está, desde luego, en que Francia tenía en Sarkozy el único centrista con posibilidades reales de mando. Desaparecido ese centro, como corazón de la política, es posible que Francia se sitúe en los extremos, lo que sería una debacle similar a la de la entreguerra en Europa.
Por eso resulta trascendental, con la mitad de los votos en sus manos, que Sarkozy haya deseado suerte a Hollande, y que de alguna manera haya pedido la unión francesa, entendiendo que el momento no está para pugnas irremediables. Hollande debe su triunfo, en cierto modo, a extremistas de izquierda como Mélenchon y a la frialdad de la extrema derecha con Sarkozy. Es sabido ya que Hollande, además, pretende sufragar el gigantesco déficit francés y el pago de la deuda con más impuestos en un país ya de por sí atiborrado de tributos. Su idea es la de poner a “chillar” a los ricos con más cargas tributarias, lo que de alguna manera podría determinar la parálisis en las inversiones francesas y la peligrosísima fuga de capitales, lo cual terminaría repercutiendo en mayores índices de desempleo y más talanqueras a la inmigración.
Hollande, a su vez, fue secretario de Miterrand, no se sabe si su gobierno será igual al primero de aquel, es decir, el de las nacionalizaciones generalizadas y el estatismo a granel, o si por el contrario será parecido al segundo, donde hubo de dar un drástico viraje. Mucho estriba, claro, de lo que suceda en las elecciones parlamentarias. De esos resultados depende, como el segundo gobierno de Miterrand, que exista o no una cohabitación, buscando el centro, o que Hollande se radicalice. Por el momento, pues, aún no todo está dicho en Francia. Y será allí donde en realidad se juegue el futuro de Europa.