El duelo que agobia al chavismo en Venezuela, junto con los temores que afectan a todos aquellos que no son políticos, que no toman partido o que son de la oposición, tiene algo en común: todos a una tienen la sensación de que el fin de la fiesta por medio de la cual el comandante Chávez aparecía como uno de los grandes mecenas del planeta, sino el primero, se acabó. Solamente la deuda con China sobrepasa los miles y miles de millones de dólares, lo mismo que la que se tiene con Rusia. Los montos de las negociaciones secretas con Irán son tan cuantiosos que no se colocan en las cifras oficiales que maneja el Banco Central de Venezuela. Tampoco se tiene exacto conocimiento de las ventas de petróleo a bajo precio, a crédito o regaladas que el fallecido presidente hacía a terceros países. Recordemos que regaló combustible y dinero en Harlem a la comunidad de origen africano en los Estados Unidos.
El desaparecido dirigente venezolano a pesar de haberse formado en la carrera de las armas, en donde por lo general los asuntos tienden a resolverse por medio de la fuerza, incluso los de Estado, descubrió temprano que el dorado metal le abría todas las puertas y posibilidades. Al existir en Venezuela un socialismo de Estado en el cual el petróleo es de su propiedad y esa es la fuente de mayor riqueza del país, sencillamente en los inicios de su gobierno daba órdenes para que se manejara el crudo de una manera política.
Con esa jugada transformó totalmente el sistema de negociación petrolera que dependía en primer lugar de los precios internacionales y, en segunda instancia, de lo que dictaran las multinacionales más importantes del negocio. Chávez no desquició el sistema de transacciones petroleras por cuanto, coincidente con su mandato, se burocratiza Pdvsa y al mismo tiempo baja la producción. En cualquier caso, pese a la ruptura diplomática en un momento dado con Estados Unidos, las grandes refinerías que tiene Venezuela en ese país siguen operando y ese comercio no se afectó, lo que habría sido fatal para su país. Es de anotar que Estados Unidos generalmente actúa con severidad extrema y duras respuestas cuando los intereses de sus nacionales o sus grandes empresas son afectados en el exterior. En este caso concreto fue laxo con el gobierno de Caracas, lo que el comandante Chávez interpretó como un semáforo en verde para actuar como le diera la gana e insultar cuantas veces quiso a los gobernantes de esa potencia.
Pareciera que con las últimas medidas que prosperan en el Congreso de Estados Unidos con apoyo del presidente Barack Obama se encaminan al autoabastecimiento de petróleo como una decisión política de no depender - en ningún caso- para sus suministros de Venezuela. Como se recuerda, el proyecto de Chávez era cruzar el territorio colombiano al Pacífico para abaratar los costos de transporte y venderle crudo al Asia. Ese proyecto fracasó por cuanto al mismo tiempo, durante el gobierno de Álvaro Uribe se ocupó de rearmar a las Farc, según denunciaron entonces sus detractores lo que Caracas siempre negó, a pesar de que se encontraron los fusiles rusos con el escudo de la Guardia Nacional Venezolana.
Entre tanto, Colombia con Ecopetrol y con Pacific Rubiales se convierte en país petrolero y sin mirarse en el espejo venezolano tiende a cometer los mismos errores en el manejo de los recursos del crudo, no por cuenta por la decisión de un solo hombre como en el caso del vecino, sino por la forma como se distribuyen las regalías que se dispersan en todas las regiones, sin estar ligadas -por ejemplo- a un gran proyecto para salir del atraso estructural en vías de comunicación que mantiene el 70% de nuestro territorio, a niveles de atraso similares o peores que los de Haití. El gobierno del presidente Juan Manuel Santos con sus expertos trata de revertir esa situación y orientar esos millonarios ingresos al desarrollo regional.
Hemos criticado de Venezuela los excesos de un Estado asistencialista que convirtió a gran parte de la población en rentistas no tanto de dinero, sino de servicios y alimentos. No pensamos que en Colombia cada vez se ensancha más el número de sectores sociales que están siendo beneficiados con recursos oficiales. Por otra parte hemos gastado gran parte de los capitales nacionales en ladrillo y cemento en gigantescas construcciones y se ha descuidado el desarrollo industrial, que está a la baja. Esto último también ocurrió en Venezuela antes de Chávez. De igual forma criticamos en su momento la Constitución chavista sin percatarnos que aquí no solo descalabramos la Carta de 1886, sino que entre el Congreso y las Cortes sembraron al país de leyes confusas, que en muchos casos se hacen inaplicables. Igualmente se cuestiona el continuismo de Chávez y se olvida que aquí aprobamos la reelección y que Uribe estuvo a punto de hacerse a un tercer mandato consecutivo.
En ambos casos, la dependencia del petróleo se convierte en un factor disolvente por no saber invertir esos recursos.