* 52 mil millones de dólares a sus fábricas
* Seguridad Nacional y rivalidad con China
La semana pasada, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó, con 243 votos a favor y 187 en contra, la ley Chips y Ciencia, que tendrá enormes repercusiones estratégicas, en especial en los ámbitos tecnológico, industrial y militar, para ese país y el resto del mundo.
La nueva ley aprobó un presupuesto de 280 mil millones de dólares para fortalecer la ciencia y la tecnología en el país y destinó 52 mil millones de dólares para que las principales firmas productoras de semiconductores instalen nuevas fábricas y retomen la producción intensiva de los mismos en Estados Unidos.
Los chips son vitales en la producción de automóviles, teléfonos inteligentes, lavadoras, consolas de juegos, tarjetas gráficas, una gran variedad de aparatos electrónicos de consumo masivo y varios productos de tecnología militar.
El tránsito de la ley en Senado y Cámara estadounidenses fue extenso y complicado porque tuvo opositores de ambos partidos que se resistieron a entregar cantidades tan significativas de presupuesto público a empresas grandes, sólidas y prósperas, que obtienen todos los años multimillonarios beneficios.
Era un argumento poderoso, pero en el fondo, se trata de amortiguar los costos de haber trasladado a otros países la producción de semiconductores en busca de economizar gastos de producción y de transporte. Esa migración fabril implicó que en los últimos 30 años Estados Unidos pasara de controlar 37% del mercado de semiconductores a solo el 12%. El predominio ahora es de los países asiáticos: Corea del Sur 28%, Japón 16%, China 12% y Taiwán 22%.
El enorme valor estratégico de los chips en la vida cotidiana se hizo evidente durante la pandemia de covid-19, cuando los confinamientos dispararon el consumo de computadores portátiles, tabletas, consolas de juegos y otros aparatos electrónicos. Ello llevó a una crisis en las cadenas de suministros, generando escasez de estos componentes, lo que afectó actividades como la fabricación de electrodomésticos y de automóviles, con enormes distorsiones en los precios, aún presentes en el mercado.
Después de arduos debates, el Congreso se inclinó mayoritariamente por aplicar una visión práctica que permita que la economía norteamericana no se vuelva a ver afectada por una escasez de semiconductores como la de los últimos meses. Se tuvo en cuenta también que los actores más importantes de ese mercado -Alemania, Corea del Sur, China, India y Japón- se lograron integrar a la producción de microprocesadores otorgando subsidios de 30 y hasta 50% a empresas como Broadcom o Intel para estimularlas a montar fábricas en sus territorios. De acuerdo con informaciones surgidas en los debates, una factoría de este tipo cuesta, en promedio, 10 mil millones de dólares.
Ello explica el por qué las subvenciones aprobadas días atrás por el Congreso estadounidense están condicionadas a que las empresas no usen los fondos para negociar acciones, ampliar beneficios a sus accionistas o invertir en algunos países relacionados en la ley.
La nueva norma también marca el principio del fin del cuasi monopolio de la firma TSMC de Taiwán en la producción de los ultras avanzados semiconductores 5 nm. La compañía domina el 90% de este mercado. Ello confirma que el tema de fondo en el retorno a la fabricación local de semiconductores en Estados Unidos se conecta con máximos intereses de seguridad nacional para Washington, en concreto por la rivalidad comercial y militar con China. Es claro que una eventual invasión a Taiwán dejaría a la potencia americana sin los semiconductores más avanzados y a sus Fuerzas Militares en condiciones de inferioridad. De hecho, el gigante asiático es el país que más incrementado la producción de chips en las últimas décadas y de allí que fuera el primero en criticar la Ley Chips y Ciencia que, medios locales en Pekín, calificaron como intimidatoria y resultante de una mentalidad de la guerra fría.
El monto restante de la inversión aprobada -228 mil millones de dólares- indica cuán en serio asume Estados Unidos la tarea de actualizarse y avanzar como actor principal de la tecnología en el ámbito mundial. Invertirán fuerte para subvencionar la creación de centros tecnológicos regionales en todo el país y destinarán nuevos y jugosos presupuestos a la Fundación Nacional de Ciencias para investigación y programas de desarrollo de talento digital.
El objetivo, en definitiva, es recuperar el liderazgo en la fabricación de chips semiconductores, consolidar una cadena segura de suministro de los mismos, reducir costos para los consumidores y recuperar terrenos perdidos en los escenarios en los cuales transcurren hoy las principales batallas entre países y empresas, que son los del conocimiento. Es decir, los de la ciencia y la tecnología.