En torno del mandato de Rafael Correa como Presidente de Ecuador se teje una suerte de leyenda de gran administrador o ejecutor, en tanto se minimiza el autoritarismo de su administración -dentro de la modalidad del “socialismo del siglo XXI”- y el despilfarro económico. Al ganar semanas atrás las reñidas elecciones su ex vicepresidente Lenin Moreno, los partidarios del correísmo han insistido en resaltar las implicaciones de ese hecho en el escenario político interno, recalcando que las urnas votaron por el continuismo “exitoso” tanto en lo económico como en “progreso social”. Sin embargo, desde la oposición se ponen en duda esos argumentos que se publican en los medios y, por el contrario, se recuerda que en materia de prensa opera un verdadero monopolio estatal creado por el gobierno en poco tiempo y con procedimientos turbios tanto en televisión como en periódicos y radio. Los periodistas independientes y los empresarios del sector suelen ser perseguidos por el oficialismo que, incluso, hizo aprobar una ley mordaza para acallar a los opositores.
Quienes elogian al régimen suelen ser recompensados por el correísmo, en tanto que los que publican puntos de vista distintos suelen ser criticados y desconceptuados. Pareciera que existe una verdad oficial que, de no ser acatada, suscita demandas y persecuciones judiciales. No hay que olvidar que el propio Correa interpuso varias acciones contra columnistas e incluso demandó a El Universo de Guayaquil y sus propietarios.
Para muchos de sus opositores, el saliente mandatario es una suerte de Hugo Chávez, que usa guantes de seda para perseguir a sus críticos. Como se recuerda, al comienzo de su primer gobierno clausuró al Legislativo, violó la Constitución y convocó una asamblea constitucional que profirió una nueva Carta Política que le otorgó grandes poderes para nombrar hasta magistrados. También propició otros comicios para escoger una asamblea mayoritariamente favorable y entró a someter a todos los organismos de control. Esos cambios los hizo en poco más de seis meses, cuando a Chávez, paradójicamente, le tomó diez años copar el Estado y acorralar a la oposición.
Por lo anterior, ha llamado mucho la atención de los analistas políticos que el mandatario entrante, que se declara
garante del continuismo, declarara, tras ser confirmado su triunfo, que habrá cambios en la lucha contra la corrupción e incluso que piensa inaugurar el gobierno más limpio de la historia: “Quiero erradicar la corrupción del pasado. Quienes sean ministros quiero que sepan que no voy a tolerar ningún acto de corrupción. Vamos a necesitar un frente anticorrupción. Yo quiero que cuando termine mi mandato, se diga que se erradicó la corrupción”, sostuvo.
Como el gobierno de Correa lleva una década en el poder, muchos en Ecuador consideran que su sucesor estaría dispuesto a destapar la ‘olla podrida’ del gobierno en el cual colaboró e, incluso, que buscaría armar rancho aparte de su padrino político. Otros, por el contrario, consideran que es posible que en la euforia electoral al mandatario entrante le hubiera dado por mostrar una cierta independencia verbal momentánea, sobre todo porque en posteriores declaraciones se vio más cauteloso con su antiguo jefe. En cualquier caso existe la posibilidad de que el nuevo Jefe de Estado intente separarse un tanto de Correa, aunque el influjo del saliente gobernante es absoluto hoy por hoy en el aparato del Estado, todos los poderes y los medios de comunicación.
Moreno, por su condición de exvicepresidente, sabe muy bien que una cosa es la realidad económica de Ecuador y otra muy distinta la que proclama la propaganda oficial. El país contó con el auge de los precios del crudo durante casi toda la gestión de Correa y los estudios de organismos internacionales y de universidades privadas y analistas independientes señalan que gran parte de esa bonanza se despilfarró. Así que la crisis que hereda el entrante mandatario pondrá a prueba toda su capacidad e iniciativa para cambiar el rumbo ante el riesgo de hundirse siguiendo la cartilla de su antecesor. El país se salvó en cuanto Correa no pudo desdolarizar la economía, pero aun así al final de 2016 la caída del PIB fue de 1,7 por ciento frente a 2015. A ello se suma que el saldo de las cuentas públicas muestra que se requiere de un financiamiento de 7.000 millones de dólares adicionales. La deuda en bonos estatales supera el 40% del PIB y el petróleo sigue a la baja…
Así las cosas, la lucha contra la corrupción, enderezar la economía y superar la polarización política interna asoman como los grandes retos de Moreno, que asume el poder el próximo 24 de mayo.