El conflicto en Siria continúa y se confirmó el uso de armas químicas por ambas partes. La comisión de investigadores de la ONU halló pruebas de la utilización de estos elementos bélicos que están prohibidos por convenciones internacionales. Es claro que tanto el régimen de Bashar al Assad como los rebeldes se valieron de estas armas letales. El hecho de que soldados hayan sido víctimas de ataques químicos corrobora que quienes luchan contra el gobierno sirio también atacan con químicos.
Más de cien mil sirios han muerto y miles están refugiados en naciones vecinas. No obstante el compromiso de Assad respecto del desmantelamiento del arsenal químico con garantes como la Unión Europea que, a propósito ha modificado las sanciones a Siria para hacer más expedito el proceso de eliminación de las armas químicas, los enfrentamientos continúan y la guerra tiende a degradarse. Quizá el régimen ahora no podrá emplear las armas vetadas, pero no dudará en usar las demás.
Los rebeldes igual están en lo suyo: atacar a las fuerzas oficiales. Y potencias como Estados Unidos no están dispuestas a intervenir directamente, tampoco ayudan mucho a los insurgentes. Otro ingrediente más que se suma a la violencia contra civiles es la reacción agresiva contra los periodistas, que están en la mira de las dos partes. Y como paradoja corren mayor riesgo en las zonas liberadas por los opositores del Gobierno. Es obvio que en los escenarios donde se libran combates los corresponsales de guerra siempre han estado expuestos a perder la vida en el cumplimiento de su trabajo. Ahora es Siria el lugar más peligroso para ejercer la profesión de informar. Muchos periodistas han sido secuestrados. Y los riesgos se incrementan por el avance de influencia de redes asociadas a Al Qaeda; en particular, los lugares de mayor riesgo por esta razón son los del norte del país árabe.
No pocos de los enviados de medios internacionales y locales sienten temor justificado para laborar en medio de la guerra y una manera es no demorarse en las partes más ‘calientes’. Esto juega en contra porque limita a muy breve estancia en el teatro de los acontecimientos. Y es una contienda que no da visos en corto plazo de concluir. El régimen se sostiene y mientras tanto la población sufre las consecuencias. Y quienes deben realizar la tarea informadora están bajo la amenaza constante de los actores de una guerra que afecta a la población civil, a los servidores del régimen, a los periodistas y que no va a concluir pronto, más aun ahora cuando la comunidad internacional parece estar solo pendiente de que se cumpla lo pactado respecto de las armas químicas, sin ponerle mayor atención al desarrollo de conflicto en términos de lo que disponga Assad que no va a ceder. Además él ha dicho que es sirio y se queda en su país.