* Efectos de las elecciones europeas
* Decadencia de los socialistas y verdes
A raíz de las elecciones de anteayer al Parlamento Europeo, puede decirse que hay dos lecturas igual de importantes sobre la jornada que ha concitado el interés del mundo. Una, cómo quedaron las coaliciones en la corporación. Y otra, y tal vez más interesante, el resultado electoral de los partidos políticos en cada país.
Por supuesto, las élites izquierdistas mundiales se han lanzado a decir que hubo un triunfo descomunal de la llamada ultra derecha. Todo ello, claro está, con el fin de poner sobre el tapete el anacrónico expediente preferido de estas élites: suscitar el temor por el ogro del fascismo. Así es común escuchar de ellas, en estas últimas horas, que fruto de los avances de algunos partidos llamados de ultra derecha, el mundo está al borde de caer en las renovadas fauces de Benito Mussolini y Adolfo Hitler. Falso de toda falsedad.
Frente a ello, puede decirse, por el contrario, que la gran triunfadora de la jornada electoral fue la centro-derecha, es decir, aquella tendencia política europea que, lejos de cualquier extremismo y también del populismo, se decanta en toda la línea por el sistema democrático, la libertad de mercados, el progreso, la aplicación de la ley, el ajustado intervencionismo de Estado y el equilibrio entre deberes y derechos ciudadanos.
En ese sentido, por ejemplo, vale destacar el resultado de varios partidos conservadores. Uno de ellos, ciertamente, el Partido Popular español que avanzó un número importante de curules en el Parlamento Europeo, ganando nueve escaños. Le sacó más de medio millón de votos de ventaja al socialismo de Pedro Sánchez, confirmando que este se mantiene en la minoría, pese a perpetuarse en el poder a partir de las luciferinas alianzas con los separatistas catalanes y vascos, mientras su legitimidad permanece en vilo por las maniobras antiéticas de su familia en el ejercicio del gobierno y que las autoridades investigan.
En Alemania, por su parte, la socialdemocracia encabezada por el premier Olaf Scholz ajustó una derrota palmaria, no frente a la denominada ultra derecha, sino particularmente ante el partido demócrata cristiano. Lo cual es por su parte indicativo de que muy pocos o nulos resultados han logrado los socialistas en el país germano tras el retiro de Ángela Merkel. De hecho, la victoria de los conservadores alemanes y españoles augura un fortalecimiento de la coalición centroderechista reunida en el Partido Popular Europeo, que en el conjunto continental obtuvo 189 curules y el predominio en el hemiciclo.
Inclusive tampoco puede decirse que el triunfo de partidos tradicionalmente catalogados por las élites de izquierda de ultraderechistas, al estilo del liderado por Marine Le Pen, en Francia, tienen asiento en el tan cacareado fascismo. Por el contrario, el paulatino viraje de Le Pen hacia la centro-derecha, dejando en parte atrás el euro-escepticismo, le permitió reclamar, en esta ocasión, una contundente victoria que puso patas arriba la política interna, con más del 30 por ciento del voto galo. Por eso el presidente Emanuel Macron citó a elecciones legislativas en las próximas semanas, jugándose el todo por el todo, un poco a la desesperada. De este resultado dependerá, pues, si el partido republicano de Macron se mantiene atado al vagón de cola socialista o si produce otro tipo de cohabitación, con Le Pen de protagonista.
Todavía más, la otra incógnita europea radica ahora en lo que haga Giorgia Meloni, quien confirmó en las elecciones su primacía en la política italiana y se mantiene de fenómeno continental, tras de lograr la primera magistratura itálica hace dos años y virar de posiciones ultras a las de centro-derecha. Inclusive, gracias a ello sacó ventaja a los conservadores de su propia coalición y en sus manos está si se une al Partido Popular Europeo, respaldando la reelección de la líder de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (con quien últimamente tiene cercanía), o prefiere afianzar la coalición más derechista con Marie Le Pen, los españoles de Vox y el húngaro, Viktor Orbán, que se oponen.
De las elecciones europeas hay, pues, varias conclusiones: que los jóvenes se han desencantado del socialismo; que no hay ningún salto al fascismo, sino el tránsito hacia una centro-derecha firme; que los partidos “verdes” finalmente se han sumido en la irrelevancia; que la inmigración ilegal continúa siendo tema preponderante; que se mantiene intacta la defensa occidental de Ucrania; y que la democracia y el sistema de libertades prevalece.