* Listo el nuevo proyecto constitucional
* Una apuesta por democracia y libertad
Una de las consabidas tendencias a la utopía en nuestra región se refiere a los intentos en varios países por modificar su Constitución, sobre todo por parte de una izquierda radical que pretende consagrar los modelos marxistas fracasados a cuenta de la Unión Soviética y otras naciones en donde se pretendió hacer la revolución con los conceptos pétreos de Marx, especialmente el de la dictadura del proletariado que, en realidad, no pasó de ser una charada, en cuanto lo que soportaron esos pueblos por décadas fue la ‘dictadura de la nomenklatura’, especializada en enriquecerse a costa del sufrimiento de la población. A ello se suma que el socialismo demostró que tampoco era ‘el gobierno del proletariado para los pobres’, sino que también terminó envuelto en una dictadura dogmática marxista.
En Chile el hoy presidente, quién de agitador estudiantil pasó a convertirse en gobernante, al comienzo de su mandato se mostró complaciente con sus correligionarios, después indeciso y un tanto moderado, pero pronto cayó en la trampa de empezar a sostener que la Constitución no lo dejaba gobernar y decidió jugársela por redireccionar el proceso de reforma a la Carta pinochetista de 1980, que le fue heredado por el presidente Sebastián Piñera, que lo convocó tras la violenta revuelta social de 2019.
En la redacción de esa nueva Carta, Gabriel Boric se dejó llevar por la extrema izquierda y sus aliados, quienes proponían un viraje radical, imitando el modelo cubano y culpando a la propiedad privada de todos los males de la población, desconociendo los avances logrados en cuatro décadas de democracia, libertad y orden. Afortunadamente el texto emanado de ese primer Consejo Constitucional no caló en la población por su anacronismo político e institucional. La opinión pública, liderada por dirigentes como el excandidato presidencial José Antonio Katz, prendió alertas y votó No masivamente en el plebiscito constitucional realizado en septiembre del año pasado.
Hubo, entonces, de convocarse otro proceso, esta vez en un órgano redactor de mayorías de centroderecha. Dicha instancia aprobó el nuevo texto esta semana con 33 votos a favor y 17 en contra. El articulado fue remitido a Boric para que lo someta a las urnas el 17 de diciembre.
Mientras que muchos sectores defienden el perfil conservador, moderno y democrático de la propuesta constitucional, el presidente alega que no hubo concertación y la izquierda más radical se opone férreamente a gran parte de los 216 artículos, señalando que sería el reflejo de decisiones de una parcialidad política dominante. Lo que es absolutamente falso, por cuanto lo que busca la centroderecha, junto con los moderados, es garantizar los derechos de los chilenos, en particular la defensa de la democracia, la justicia y la libertad.
En realidad, el pueblo de Chile, al derrotar el primer intento radical reformista de la izquierda en el plebiscito del año pasado, ratificó su sensatez democrática tradicional. Ojalá Boric haya derivado lecciones aprendidas de ese primer fracaso, y esta vez no se deje tentar por el salto al abismo al que lo quieren dirigir los agitadores de la franja lunática. Tanto él como la dirigencia política no deberían enredarse en discusiones bizantinas y entender la ciudadanía es demócrata y no está por sistemas dictatoriales de izquierda ni derecha, sino por un centrismo garantista, que fortalezca las instituciones con el apoyo popular.
No hay lugar hoy a propuestas de izquierda retardataria, de corte marxista y divisivas al incentivar la lucha de clases. Esa estrategia política de resucitar viejos antagonismos no cuenta con el respaldo de las mayorías de un país que urge crecer en democracia, garantizar las actividades de la empresa privada, el ejercicio pleno de los derechos y recuperar la senda de progreso económico y social.
Teniendo como fatal espejo las crisis de Cuba y Venezuela, así como el autoritarismo de régimen de Nicaragua, los chilenos tendrán en diciembre venidero un reto de marca mayor. Deben decidir sobre el nuevo proyecto constitucional. Afortunadamente, más allá del péndulo político gubernamental de las últimas décadas, en el país austral prevalece una tradición política respetable, comprometida con la libertad y la democracia. La decisión en las urnas, sea cual sea, vigorizará el sistema, sin duda una contribución decisiva e histórica en momentos en que en nuestra región el populismo y los regímenes dictatoriales todavía persisten.