El malestar social | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Septiembre de 2013

*Inoperancia del Estado

*Factores del descontento

 

A  pesar de que el país aún no ha retornado a la normalidad y siguen las protestas en diversas regiones,  particularmente en el sur de Colombia, reconocidos escritores públicos se inclinan a escamotear el análisis de los hechos y siguen con sus comentarios como si no hubiese pasado nada; cuando, precisamente en momentos como estos el Gobierno más necesita de la opinión de quienes pueden ayudarle a entender el trasfondo de la explosión social que se extendió por casi todo el país, tan súbita como una tormenta tropical. Se supone que cuando se tiene olfato político se percibe en el aire el inconformismo social y las posibilidades de una abrupta reacción no solamente de los desheredados, sino como ocurrió esta vez, también de sus patronos. Antiguamente en el sistema de la Constitución de 1886 el ministro de Gobierno se mantenía informado por los gobernadores de las ocurrencias políticas y socioeconómicas de cada Departamento que con frecuencia y según su importancia, transmitía al Presidente de la República.

A su vez los gobernadores informaban de los problemas que se presentaban en las alcaldías y este trato frecuente facilitaba que se tomasen medidas para conjurar los peligros. Con el híbrido de la Constitución de 1991 que introdujo la elección de gobernadores en un sistema supuestamente unitario, esos mandatarios han venido funcionando en la mayoría de los casos como rueda libre. Y a la inversa los gobernantes acuden a las regiones para actuar como mecenas que reparten beneficios del tesoro público y hacen promesas de toda índole así muchas se queden en el aire. En el pasado los gobernadores podían ser destituidos por el Presidente de la Republica y los alcaldes por los gobernadores. En la actualidad, como se sabe hasta ahora no opera en el país la revocatoria, que sería el arma por excelencia en un sistema democrático para impedir que funcionarios incapaces o corruptos se enquisten en el poder. Estos tres casos muestran cómo se ha desarticulado la pirámide de la gobernabilidad, lo que determina que en alguna medida se produzca un diálogo institucional entre sordos que contribuye a fomentar el desorden y el abismo entre la Administración nacional, la departamental y la local. Y como la geografía en Colombia tiende a la dispersión, al faltar esa articulación entre las instituciones se debilita el poder  del Estado de manera grave e inconducente.

Además, como ya no tenemos senadores departamentales sino nacionales, éstos no responden por los hechos de su Departamento y muchas veces ni siquiera se ocupan en solucionar los problemas locales, por cuanto consideran que con los millones que tuvieron que invertir en su campaña les pagaron de sobra a los electores, que por estar dispersos en distintas zonas del país, se desconectan del legislador y no tienen la capacidad de ejercer el voto castigo. Estos fenómenos que señalamos han provocado  que impere en Colombia una deformación de la democracia, que es todo lo contrario  de lo que Aristóteles concibió en su tratado de La Política como tal. Y para colmo como nuestra sociedad citadina y rural están desorganizadas, no tienen cómo expresar sus necesidades más sentidas y los problemas que los afectan en el Congreso de la Republica. Tanto que los gremios poco se ocupan de los productores al menudeo, ni de la cadena de intermediarios que intervienen en el mercado de los productos agrícolas, en donde al campesino se le paga una miseria por sus cosechas. Y por si fuera poco, en ocasiones, después de los numerosos debates e instancias mediante las cuales se aprueba una ley que de improviso va a beneficiar al campo, esta, obligatoriamente, pasa por la Corte Constitucional en donde algunas veces, pese a raras excepciones, magistrados que desconocen el tema agrario terminan legislando y desquiciando la norma de los legisladores.

El anterior análisis de la epidermis de los males nos muestra cómo crece por desgracia en Colombia la inoperancia del Estado, lo que contrasta con los presupuestos billonarios que se aprueban en el país, que en la actualidad sube oficialmente a un monto de 199 billones de pesos, lo que significa que la crisis colombiana en la zonas campesinas más deprimidas o en la periferia, no se da por falta de recursos sino porque se emplean mal. Al mismo tiempo tenemos en algunos rubros como el de los fármacos, los pesticidas, los químicos o el cemento los precios entre los más altos del mundo. Observadores extranjeros sostienen que un metro de calzada en Bogotá según los presupuestos de los contratistas vale casi tanto como medio kilómetro de carretera en otros países. Algo que sorprende pero que cifra en mano los ingenieros  nos demuestran. Lo mismo que con números nos prueban que algunos puentes que se construyen en el país tienen unos costos exorbitantes, comparados con los de otras naciones y eso cuando se cumple con el contrato, por cuanto el secreto de muchos contratistas es eternizar la construcción de la obra para seguir devengando fondos del Estado.

Mientras tanto el campesinado colombiano y la población de los suburbios, agobiada por las necesidades y las penurias por falta de recursos, se enteran de que a sectores productivos del agro que cuentan con grandes capitales el Estado les obsequia sumas cuantiosas. Lo mismo que ese Estado benefactor les regala casas  a elementos citadinos que no tienen que poner ni una moneda para ser beneficiarios de sus proyectos. Como demuestran los antropólogos, la propaganda que reciben en esos eventos populistas afecta directamente la conciencia de la población de menos recursos lo que para ellos se convierte en una gran injusticia puesto que reclaman que el Estado así como les dona dinero a los poderosos haga lo mismo con ellos. Fenómeno que se repite cuando se les entregan multimillonarios subsidios a los cafeteros, los palmeros o los cacaoteros poderosos. Mientras no se entiendan estos asuntos que apenas superficialmente estamos señalando no se comprenderá, ni se podrá combatir el problema social con éxito. Y no basta entender el fenómeno social para atacarlo de raíz, es preciso articular de nuevo las ramas del Estado para que puedan actuar de consuno en la solución de los problemas sociales y el impulso al desarrollo que reclaman los colombianos.

Es preciso articular de nuevo las ramas del Estado para que puedan actuar de consuno en la solución de los problemas sociales y el impulso al desarrollo que reclaman los colombianos