La Sociedad Bolivariana de Colombia que preside Miguel Santamaría Dávila, con lujo de competencia y dedicación, intensificó en el 2014, el denodado esfuerzo por liberar al Libertador Simón Bolívar de las garras de los demagogos y atolondrados que de manera abusiva se cobijan en su patronímico con la finalidad de encubrir los más variados y alucinantes proyectos populistas, incluso para justificar la violencia. Ha llegado a tal punto el descaro grotesco en la utilización del nombre del Libertador en empresas políticas que desvirtúan su pensamiento y falsifican sus acciones, enlodando su historia, que en algunos países vecinos quienes aman la libertad y la democracia, en especial los jóvenes, tienen una visión confusa de sus hazañas que se acrecienta cuando se pretende justificar la demolición del sistema bajo el artilugio de seguir sus postulados.
Por desgracia Colombia no es la excepción, puesto que aquí la enseñanza de la historia ha casi desaparecido en los colegios, es pobre en la Universidad y son escasos los profesionales y estudiosos que tienen la capacidad de analizarla en su trasfondo filosófico, lo mismo que en gran parte los pocos textos que se publican sobre el tema suelen ser copias de anteriores escritos costumbristas o épicos, que no responden al rigor científico que amerita esa materia decisiva para entender el papel histórico del homo sapiens en Colombia y su relación con el mundo.
Miguel Santamaría, con un estado mayor de rigurosos y eruditos expertos de las efemérides bolivarianas, ha emprendido la decisiva tarea de difundir los textos fundamentales escritos por Bolívar, que constituyen el más valioso aporte a la cultura política de Hispanoamérica. Bolívar, da a conocer su genio en Cartagena a donde llega despojado de sus bienes, de su honor, acusado de perder la fortaleza de Puerto Cabello. En Venezuela ha quedado atrapada en medio de la guerra civil bajo el predomino del bando contrario su familia y su querida, derrotado lo anima la esperanza de poner su espada al servicio de la Nueva Granada. Y la pluma, según cuenta en fascinantes intervenciones Miguel Santamaría Dávila, convertido en el sumo pontífice de la liberación del Libertador de las garras de los demagogos y falsificadores de la historia.