* ¿Baja la tensión en la crisis ucraniana?
* Avanza la salida diplomática
Sin que todavía pueda declararse el fin de la crisis por las pretensiones rusas sobre Ucrania hoy es evidente, sin embargo, que la vía diplomática ha ganado un terreno sustancial frente a la inminencia de la guerra de hace unos días. Y ese camino, tomado sobre la marcha trepidante del movimiento de tropas y bajo los anuncios de una tercera conflagración mundial en el corto lapso de 100 años, es demostrativo de que el diálogo es un auspicioso síntoma de civilización cuando se presume que existe una mínima dosis de racionalidad entre las partes y se han asimilado las duras lecciones de las dos hecatombes precedentes.
Efectivamente, como en ambas ocasiones anteriores, la característica predominante de las contiendas bélicas es la impredecibilidad. El estallido de la primera guerra mundial, luego del asesinato del archiduque Fernando en Sarajevo, fue el detonante, pero nunca se pensó que iría a tener las gigantescas consecuencias letales que tuvo, con millones de víctimas, heridos y huérfanos en el continente europeo. Ni tampoco llegó a calcularse el drástico cambio de la geografía y la política mundiales.
Y todavía fue más impredecible el desarrollo de la segunda guerra mundial que finalizó, nada menos, que con el uso de la bomba atómica como arma de muerte masiva y que no estaba en los cómputos de nadie al inicio de la confrontación, para un saldo final exponencial frente a la tragedia anterior, entre otros componentes fatídicos que coparon buena parte del globo y tuvieron al holocausto de infame colofón.
En esa época, la condición esencial de Adolfo Hitler fue, precisamente, su carácter impredecible. Muchos fueron los yerros que se cometieron mientras se trataba de descifrar su personalidad. Incluso, el propio Winston Churchill alcanzó a deslizar frases de admiración a poco de posesionado Hitler en la Cancillería y corrió algún tiempo hasta que pudo constatar sus verdaderas intenciones, que todavía muchos se empeñaban en no creer. De hecho, con el Pacto de Münich se creyó alcanzar una paz sostenida para Europa, pero el documento fue flor de un día. Y con la invasión germana a Polonia cualquier salida diplomática se vino a pique.
En cierta medida y guardadas las proporciones, Vladimir Putin es igualmente impredecible. Pese a llevar varios lustros de presidente de Rusia, y ya siendo una figura familiar dentro de la geopolítica mundial, su personalidad sigue siendo un misterio, aún para los líderes que lo han conocido y pese a las múltiples biografías que se han publicado. En todo caso, podría decirse que Putin suele actuar acorde con las palabras. Por lo pronto, parecería pues no ser del caso, por ejemplo, actitudes intempestivas como las de Hitler cuando fraguó una alianza secreta con su acérrimo enemigo comunista, José Stalin, para repartirse a Polonia. El despliegue (y triunfo) de la política de Putin en el Medio Oriente, especialmente en Siria, demuestra justamente que actúa como habla. Y lo mismo sucede en otros casos, como ocurrió en Chechenia o en Crimea.
Es difícil, no obstante, no tener en cuenta el carácter impredecible que suele acompañar la personalidad de Putin y su talante zarista. De suyo, un tema tan menor como esa mesa gigantesca, larga y solitaria en la que ha venido recibiendo a los líderes mundiales, en medio de la crisis de Ucrania, muestra hasta qué punto quiere hacer la diferencia, inclusive en los aspectos más minúsculos. Y también es de recordar como en un encuentro con Ángela Merkel, sabedor del temor de ella por los caninos, puso a un agresivo can a su lado mientras se desarrollaba la conversación. No en vano, además, Putin hizo su carrera inicial en el espionaje, servicio al que siempre quiso pertenecer. De suyo, ello le sirvió, en no poca medida, para armar un lío descomunal en las elecciones estadounidenses, cuando fue elegido Donald Trump, siendo acusado de injerencia electoral y por supuesto satisfecho con ser la figura central de la política norteamericana que desembocó en una polarización interna sin precedentes y que todavía perdura.
Son, entonces, muchas las facetas de Vladimir Putin. Ahora, en las últimas horas, Rusia ha entrado aparentemente en una etapa de desescalamiento de la crisis ucraniana con miras a una negociación con Estados Unidos y Europa por un nuevo modelo de seguridad. No han sido pocos, naturalmente, los esfuerzos de una salida diplomática que parecen estar dando resultados, después de estar durante semanas al borde de una nueva conflagración mundial por el presunto ingreso de Ucrania a la OTAN. Son buenas noticias. Aunque con el impredecible Putin nunca se sabe.