Tal como lo había advertido El Nuevo Siglo en varias oportunidades frente a las pretensiones expansionistas y abusivas del gobierno seudo-revolucionario de Ortega en Nicaragua, en tanto que algunos internacionalistas colombianos y comentaristas sostienen que nada se puede hacer frente al fallo injusto y absurdo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, la diplomacia nicaragüense que sigue de cerca los vaivenes de la opinión pública y la falta de iniciativa política colombiana, avanza en su estrategia de demostrar que ellos si pueden sacar partido del desconcierto colombiano y seguir a la ofensiva por la vía legal para despojarnos de otra gran parte de nuestra soberanía. Como lo expresamos en el anterior editorial “La geopolítica en acción”, mientras nuestros expertos se empecinan en aferrarse a los incisos y sostener que nada se puede hacer frente al fallo de la Corte de La Haya pese a que desconoció el Tratado Esguerra-Bárcenas y contrario a los acuerdos del Pacto de Bogotá, la Cancillería de Managua con su equipo de juristas está dispuesta a todo para aprovechar la debilidad manifiesta de nuestro país. Ellos no están satisfechos con haberse apoderado de más de 75.000 kilómetros de mar, sino que de nuevo enfocan sus pretensiones a la ampliación de su plataforma continental en el Mar Caribe que, según dice la prensa de Nicaragua, sería de 200 millas contadas a partir de sus costas.
De acuerdo con informaciones dadas a conocer públicamente, la Cancillería de ese país centroamericano se dirigió oficialmente a la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la ONU, entre tanto la Cancillería de San Carlos sostuvo que carecía de noticias sobre el trascendental paso dado por Nicaragua. Y, una vez más, la Cancillería colombiana sostuvo que tiene fríamente calculadas las medidas a tomar en caso de confirmarse la audaz maniobra del gobierno de Ortega, así como dispone de una poderosa artillería para defender nuestros intereses. Informes internacionales destacan el hecho de que Colombia después de siete meses del fallo injusto de La Haya todavía no ha definido una política a seguir. El Poder Ejecutivo sigue a la espera del concepto de un bufete de abogados de Londres que se contrató para que nos indique qué se debe hacer en este caso, que desde la pérdida de Panamá ha sido el más grave y bochornoso de cuantos asaltos a nuestra soberanía nacional hemos sufrido.
Por la misma perplejidad el Congreso de la República no actúa y hasta ahora en el colmo del desenfado y la inoperancia no se ha hecho un debate sobre los alcances y gravedad del despojo que sufrimos en el Mar Caribe. Otras naciones por mucho menos han movilizado su población a las calles y no pocas veces han apelado a la última ratio. Pareciera que el derrotismo espiritual de los colombianos nos induce a dejarnos zarandear por la fatalidad y algunos piensan que es normal que nos despojen de nuestra soberanía, como le ocurre al leproso que en el decurso de su enfermedad va perdiendo su piel y sus miembros de forma aciaga. La confusión persiste en las estancias oficiales, en el Capitolio, en el seno de los partidos políticos, en los bandos gobiernistas y de la oposición, lo mismo que en los medios de comunicación. En algunos sectores de la academia se apuesta al apaciguamiento y a hacerse los de la vista gorda como si no hubiera pasado nada, y no contara el hecho de que en ese fallo inicuo participó activamente una jueza china, conocida de vieja data por sus negocios con los nicaragüenses, asunto grotesco que no es de poca monta así algunos juristas nuestros complacientes pretendan minimizarlo.
El marasmo colombiano, la pasividad y resignación frente a la injusticia de La Haya y la forma como se han pisoteado los derechos de los colombianos que habitan en el Archipiélago de San Andrés y Providencia, han desconcertado a nuestros agresores del país vecino. Sus diplomáticos sospechan que nuestra Cancillería tiene un arma secreta y acaso busca el hilo de Ariadna para salir del laberinto, en el falso supuesto de que en un bufete de abogados en Londres va a encontrar el Teseo que realice la hazaña de salvar la soberanía y el honor de Colombia. Como van las cosas es del caso recordar que la soberanía no se defiende solamente con discursos, ni escritos elocuentes, ni buenos deseos. La defensa de la soberanía nacional requiere de una voluntad inquebrantable, de una conciencia nacional capitaneada por jefes superiores capaces de defenderla a todo trance. En ese sentido Managua ha mostrado unidad monolítica en cuanto a las ambiciones expansionistas de los diversos gobiernos de su país. Lo que contrasta con la parálisis emocional, espiritual y la dispersión mostrada por nuestra clase dirigente, mientras algunos corren cercas y se apoderan de los terrenos baldíos al estilo del lejano Oeste, imperturbables y como ausentes dejan perder la zona geoestratégica más importante del país en el Caribe.