La retórica de la paz
Perturbación del lenguaje
Para Aristóteles, la retórica es en cierta forma un fetiche, un medio, un recurso un arte supremo que aquellos que piensan o discurren emplean para persuadir, siendo la retórica la que se puede ocupar en los asuntos más complejos cuando se siguen determinados procedimientos y se maneja el lenguaje; en cierta forma la retórica no tiene límites y se puede emplear con diversos objetivos, sea para escarnecer al otro, exaltar la guerra, el compromiso, los más noble ideales y, por supuesto, las bondades de la paz. En tanto la retórica encuentra en el término paz, la variedad de opciones para hacer la guerra; la guerra por la paz. La guerra para defender una causa justa o la guerra para abolir una injusticia. La guerra por acabar por hacer explotar un sistema político, que predican Marx y Engels. La “paz”, término sobre el que se conjeturan las más variadas interpretaciones. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua trae varias definiciones de la palabra paz: Situación y relación mutua de quienes no están en guerra. Pública tranquilidad y quietud de los Estados, en contraposición a la guerra o a la turbulencia. Tratado o convenio que se concuerda entre los gobernantes para poner fin a una guerra. Sosiego y buena correspondencia de unas personas con otras, especialmente en las familias, en contraposición a las disensiones, riñas y pleitos. Reconciliación, vuelta a la amistad o a la concordia.
Es preciso acudir a Kant, filósofo liberal por excelencia, para reencontrarse con su discurso sobre la paz perpetua, quien en un artículo explica, que esa inscripción “a la paz perpetua”, tuvo un origen satírico, puesto que un hostelero holandés la había puesto en el frontis de su casa, bajo una pintura que representaba un cementerio, ¿estaba dedicada a todos los “hombres” en general, o especialmente a los gobernantes, nunca hartos de guerra, o bien quizá sólo a los filósofos, entretenidos en soñar el dulce sueño de la paz? Quédese sin respuesta la pregunta. En el sentido que modernamente se le da a la palabra política el sosiego y la paz perpetua, pese a estar consignados desde el fin de la II Guerra Mundial, en la ONU como objetivo supremo de todas las naciones, no es posible puesto que el conflicto es inherente a la especie y la sociedad humana en perpetua tensión. Para Carl von Clausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios. Lo que significa que la confrontación sigue por las armas. En tanto, en la política sus agentes utilizan el lenguaje, la palabra, la estrategia, las ideas y las ideologías para disputar por el poder y combatirse mutuamente, aun en democracia en donde lo normal es disentir. En tal sentido la vida, como decía San Agustín, es milicia sobre la Tierra. Es el combate de ideas, que en los pueblos más civilizados se define por medio de estrategias divergentes que tienen un objetivo común, servir a la nación, que es donde cabe como fin realista el sosiego para seguir en paz. Sosiego que se da entre pares, el cual respeta determinadas reglas no escritas de la política y la convivencia, aun en términos extremos de antagonismo y de choque de visiones distintas de la sociedad y del poder.
En la búsqueda por la paz los conductores de la sociedad no pueden dejar que el ánimo sombrío prevalezca en su discurso, puesto que eso lo aprovecha la contraparte. Cuando el guardián del manicomio se contagia de locura todos pierden. Así como el discurso pacifista no puede trocarse en un llamado a la guerra contra los escépticos, ni siquiera con aquellos que están por el combate contra la subversión. Puesto que siempre existe la posibilidad de un cambio de frente. Se debilita la capacidad negociadora cuando el discurso de paz se convierte en un llamado a la guerra intestina de poderes del sistema, más cuando se trata de togados. Es el conflicto en medio del conflicto, que de seguro seguirá en el posconflicto. Lo que tenemos en la política actual frente a los proyectos de cambio o de reformas, sean buenas o malas, es una retórica disolvente y peligrosa de guerra, en la que están envueltos grandes intereses y la perturbación misma por el manejo incoherente e inoportuno del lenguaje.
En momentos en los cuales se negocia un acuerdo de paz en La Habana es comprensible que la sociedad se mantenga en la incertidumbre, dados los repetitivos ataques terroristas en aumento de la subversión y lo que está en juego. Por lo mismo, el Gobierno para intentar sosegar a la sociedad dejó conocer públicamente los acuerdos, que lo serán del todo en la medida que se avance en los demás temas. En tales circunstancias de complejidad extrema los guardianes del manicomio y la magistratura deben dar el mejor ejemplo y cumplir a cabalidad sus funciones, sin caer en la retórica politiquera.