Los hombres pasan, las instituciones perduran. Esa máxima, que a fuerza de repetirse, terminó siendo una frase de cajón, tiene, sin embargo, algunas excepciones. Una de ellas, sin duda alguna, es el general Óscar Naranjo, quien esta semana anunció que dejará la Dirección de la Policía tras cinco años en el cargo y como punto culminante de una carrera profesional llena de muchos sacrificios personales y familiares, pero marcada por no pocos éxitos y golpes contundentes a la delincuencia, tanto a la común como a la organizada.
Desde hace casi dos décadas las ejecutorias de Naranjo poco a poco empezaron a ganar notoriedad entre la opinión pública colombiana y no pocos le asignan a su permanente empeño y perfil el fortalecimiento progresivo de la tarea de Inteligencia dentro de la institución, que es a todas luces el elemento determinante para infiltrar, identificar, golpear y desarticular a organizaciones tan complejas como los carteles del narcotráfico, la guerrilla o los grupos paramilitares, flagelos estos capaces de las peores violencias y terrorismo.
Bogotano de pura cepa, hijo del general Francisco José Naranjo, quien también fuera Director de la Policía, el saliente oficial le ha dado 34 años de su vida a una institución en la que fue escalando posiciones. Desde la comandancia departamental en Bolívar, el Comando de Operaciones Especiales, la Dirección de Inteligencia y Contrainteligencia, la jefatura policial en Cali y luego en la Dirección de la Dijin, la hoja de vida de Naranjo fue cada vez más meritoria y ejemplarizante. Incluso su llegada en 2007 a la Dirección se dio en medio de un escándalo en la cúpula de la institución por unas grabaciones ilegales hechas a los jefes paras presos.
Desde el primer momento en que se conoció que Naranjo estaría al frente, todo el país supo que la eficiencia y protagonismo de la institución aumentaría sustancialmente, no sólo porque el alto oficial era uno de los que más conocía a la Policía por dentro -a tal punto que fue mano derecha del general Serrano en todo el proceso de depuración y reestructuración de la entidad-, sino porque estaba claro que su obsesión por la Inteligencia como arma clave para golpear al narcotráfico, la guerrilla, los paramilitares y otras manifestaciones delincuenciales terminaría dando los frutos que, finalmente, rindió, tanto en el campo de recolección de información como en el típicamente operativo. Por eso, bajo la dirección de Naranjo la Policía fue pieza clave en acciones contra los capos del norte del Valle o la Oficina de Envigado, también en operativos como los realizados contra cabecillas guerrilleros como Raúl Reyes o el Mono Jojoy, así como contra la cúpula paramilitar y su transformación en las llamadas “Bandas criminales emergentes al servicio del narcotráfico” (Bacrim). A todo ello deben sumarse otros éxitos policiales en materia de desmantelamiento de delincuencia común y la misma implementación del Plan Cuadrantes, que es hoy el puntal más efectivo en la estrategia para recuperar la seguridad urbana.
Obviamente esos triunfos lo convirtieron siempre en blanco de todo el ámbito criminal local e internacional, que no sólo intentó asesinarlo sino que buscó por distintas vías armarle cuanto complot se podía concebir para desprestigiarlo. Aunque un hermano suyo terminó preso por narcotráfico en Alemania, lo cierto es que todas las acusaciones y consejas contra Naranjo resultaron infundadas y no lesionaron la confianza nacional e internacional en él. Como todo ser humano, no le resultó fácil tomar decisiones que obligaron al retiro de oficiales por distintas circunstancias, como tampoco tener que ponerle, avergonzado, la cara al país por actuaciones escandalosas de algunos uniformados.
Llega, pues, a su fin la carrera de uno de los oficiales más reconocidos de las últimas décadas, a tal punto que en 2010 fue designado por la Asociación Internacional de Policías como el “Mejor Policía del Mundo”, honor que recibió afirmando que era un reconocimiento a toda una institución que se ha sacrificado por mantener la supremacía de la justicia y la ley en un país afectado por múltiples fenómenos delincuenciales.
Sea este el momento de rendirle homenaje al general Naranjo y agradecerle por todos sus esfuerzos. Deja una Policía fuerte, eficiente y con credibilidad. Una institución que, sin duda, perdurará pero en la que él marcó una etapa importante. Estamos seguros de que sus servicios al país no han terminado.