* Cuenta regresiva para presidenciales
+ Bolsonaro le recorta terreno a Lula
Jair Bolsonaro consiguió en Brasil lo que parecía imposible: derrotar la izquierda inspirada en la demagogia y el denominado “Socialismo del siglo XXI”, que acaudillaba Inácio Lula da Silva, jefe del poderoso Partido de los Trabajadores (PT), uno de los más numerosos del mundo.
Lula había aspirado varias veces y sin éxito a la Presidencia, hasta que un voluble escenario político interno y la ayuda de varios millones de dólares que le envió el entonces gobernante de Venezuela, Hugo Chávez, le abrieron las puertas del poder en 2003. Como otros tantos líderes de izquierda, el dirigente brasileño se comprometía a acabar con la corrupción de un plumazo y prodigar múltiples medidas sociales inmediatas para los sectores menos favorecidos.
Por supuesto, como en otros países a donde llegó esta tendencia política populista, los más pobres no vieron concretarse ese discurso y al poco tiempo se evidenció que era más lo retorico que lo efectivo. Lo que sí pasó es que los dirigentes del PT se enriquecieron, en especial con el manejo de los recursos petroleros y un entramado de corrupción al más alto nivel. Hasta el propio Lula terminó en prisión en 2018, tras ser señalado de ser el eje de compleja red de negocios turbios y millonarias coimas de empresas privadas y estatales.
Pese a ser reelecto en 2006 y sucedido por otra de sus copartidarias, Dilma Rousseff, en 2010 -que también repitió mandato en 2014 pero terminó siendo destituida en 2016-, la dimensión nacional e internacional de escándalos como ‘Lava Jato’ y Odebrecht terminó por poner el descubierto la degradación de la izquierda brasileña y forzó un cambio político de alto calado, que se vendría a concretar con la elección de Bolsonaro, candidato de los partidos de derecha, en 2018.
Es claro que los escándalos de corrupción y politiquería desgastaron al PT luego de trece años en el poder y llevaron a que el pequeño partido de Bolsonaro, un ex capitán del Ejército, enarbolando un discurso anticorrupción y por la restauración moral y de la justicia en el país, diera un sorpresivo avance electoral, venciera todos los obstáculos políticos, se adueñara de las encuestas y, al final, triunfara en las urnas.
Hoy Brasil, sin duda la nación más golpeada por la pandemia en Latinoamérica, está de nuevo rumbo a una elección presidencial, en octubre próximo. De hecho, está rodeado de varios países con gobiernos en manos de regímenes de izquierda, como Venezuela, Perú y Bolivia. Todos ellos son afines a Lula que, aunque sigue procesado judicialmente pese a que se cayeron varios procesos en su contra, de nuevo busca aspirar a la Jefatura de Estado para reeditar el “Socialismo del siglo XXI”.
Se trata de todo un campanazo geopolítico. Para no pocos expertos si el gigante suramericano cayera en las próximas elecciones en manos de Lula se demostraría que América Latina involuciona políticamente.
Más allá de algunas posturas polémicas, lo cierto es que el Brasil de Bolsonaro logró sobreponerse a la pandemia, le devolvió la confianza a la empresa privada y los inversionistas, al tiempo que ha defendido la libertad y democracia. Bajo su mandato se multiplicaron las obras de infraestructura e inició un esfuerzo gigantesco por mejorar las condiciones de vida de millones de habitantes marginados así como blanco de la más grave inseguridad y exclusión social.
Esa gestión de reconstrucción política, económica y social debe ser la principal razón para que Bolsonaro, por discutibles que puedan resultar algunas de sus posturas personales, pueda retener el poder y mantener a ese país en la senda de la reactivación pospandemia.
Es claro que Lula adelanta campaña gracias a beneficiarse de la anulación, dilatación y el vencimiento de términos de varios procesos judiciales. Aunque ahora trata de tomar distancia de varios de los igualmente desgastados líderes históricos del PT, como José Dirceau, Genoino José y la misma Rousseff, y trata de apoyarse en una nueva generación de jóvenes y tecnócratas de centroizquierda, no está claro si la opinión pública, a la hora de las urnas, crea en ese discurso.
Si bien por el momento las encuestas parecen favorecerle, en detrimento de un gobierno Bolsonaro que debe concentrarse en seguir movilizando billonarios presupuestos para afrontar el coletazo pandémico y otras crisis estructurales, es claro que Brasil enfrenta un dilema de amplias proporciones, un punto de inflexión político: volver al pasado o seguir la senda de la reactivación.
Es evidente que el presidente-candidato ha ido recuperando terreno en los sondeos, sobre todo al desinflarse otras opciones como las del famoso juez Sergio Moro y algunos aspirantes más que buscaban erigirse en tercería. Asoma, entonces, una polarización política entre la izquierda de Lula y la derecha de Bolsonaro, en donde el centro será la clave. Las urnas, en octubre, tendrán la palabra, sobre todo en la segunda vuelta.