La violencia derivada del narcotráfico es, sin duda, el mayor desafío que enfrenta México desde hace varios años. Los ejércitos armados al servicio de los principales carteles de las drogas han producido miles de muertes y sembrado el terror y el miedo en varios estados de la nación manita.
Si bien los últimos dos gobiernos han mantenido una ofensiva militar y policial sin cuartel contra los carteles y sus redes sicariales que a sangre y fuego buscan mantener una especie de ‘control territorial’ en muchos municipios, lo cierto es que la tarea de las autoridades federales no ha sido nada fácil, pues las bandas armadas han combatido fuertemente para no dejarse someter. Aun así varios de los capos más importantes han sido abatidos, capturados y extraditados.
Sin embargo, como se dijo, el poder de las redes sicariales del narcotráfico ha sido tal, que en algunas regiones siguen sembrando violencia, asesinando no sólo a las bandas rivales, sino que masacran, extorsionan, secuestran y cometen todo tipo de atropellos, hasta violaciones sexuales sistemáticas, a los pobladores.
La situación llegó a tal punto que los habitantes de varios de esas municipalidades cercadas por la violencia de los escuadrones del narcotráfico decidieron armarse y, al estilo de las autodefensas, entrar a combatir directamente a esas bandas. La ciudadanía no sólo apoyó el accionar de estos grupos paramilitares, sino que muchos hombres y mujeres se enrolaron, y otros colaboraron con información y hasta recursos para vehículos y armas de alto poder como fusiles y ametralladoras.
Aunque desde la esfera nacional siempre se ha negado cualquier tipo de tolerancia o connivencia con las autodefensas que operan en algunos poblados, sobre todo del estado de Michoacán, lo cierto es que a nivel regional y local la situación no es tan clara, sobre todo porque varias de esas ‘patrullas’ operan a la luz del día.
Sin embargo, como era previsible, a medida que el margen de acción de estos grupos paramilitares antinarcos empezó a ampliarse, al Gobierno nacional le tocó intervenir, e incluso esta semana desplegó en varios poblados de Michoacán un operativo con fuerzas federales, no sólo para desarmar a las autodefensas, sino para perseguir y desmantelar las bandas sicariales.
Más allá de las refriegas que se han producido entre las autodefensas y las tropas federales, lo cierto es que el Gobierno se juega mucho en Michoacán, pues si desarma o repliega a los ‘paras’, pero no controla la violencia narcotraficante, en otras zonas del país surgirán más grupos ilegales para hacer frente a los carteles.