A la inversa de lo que se supone generalmente, los musulmanes se denominan así, no por pretender dominar a otros sino por lo contrario. La palabra proviene del árabe, más específicamente de “muslim”, que significa que se somete, que sigue los dogmas del Corán, en cuanto para ellos solo existe un dios, Alá.
Vivimos en estos tiempos el despertar de diversas formas del islamismo, que se extiende por el mundo. Esta creencia no es, como afirman algunos, un pasaporte a la violencia. En realidad existen diversos cultos e interpretaciones religiosas y políticas de los seguidores del Corán. Incluso en España, durante varios siglos de ocupación por cuenta de los moros, como en Andalucía, en medio de lo que se denomina “siglos de guerra”, por largas etapas se vivió en paz y se consideraba la España cristiana como una de las zonas más cosmopolitas de Europa.
Contra lo que afirma la vulgata, la mayoría de los musulmanes respeta el cristianismo. En el Corán se hace referencia al Mesías con la mayor veneración, lo mismo que a su madre se la considera como uno de los seres más respetables y un modelo de virtud para la mujer. Incluso, pese a los conflictos entre vecinos y las terribles guerras desde la antigüedad, judíos y musulmanes, junto a los cristianos y gentes de otras religiones, convivieron en paz. En España por siglos habitaron así, hasta la expulsión por razones religiosas y el reto de conseguir la unidad nacional.
Es de recordar que el primer país que reconoció a la Gran Colombia del Libertador Simón Bolívar fue precisamente Marruecos, gobernado por una monarquía, cuyos antepasados descendían de Mahoma y que se caracteriza hoy por el reformismo pacifista, con un régimen parlamentario estable y respeto a las minorías.
La sombra del islamismo cruza las fronteras y se extiende por todas partes, en algunos casos pacíficamente o por medio de la violencia, en particular impulsado por movimientos como el de los Hermanos Musulmanes, fundado en Egipto en la época del coronel Nasser; en otros casos como involución y reacción contra Occidente, lo mismo que irrumpen otros movimientos políticos, religiosos y guerreristas, como Al Qaeda o el “Estado Islámico”. La visita del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, a Bogotá, nos recuerda que aquí somos hospitalarios con personas de casi todos los credos y razas, que encuentran en nuestra tierra reposo a viejos antagonismos.