LOS intérpretes de una de las tantas encuestas que se hacen en nuestro medio, sin que se conozca claramente la seriedad de la misma, ni el universo en el cual se apoya, ni el tipo de preguntas ni el criterio con el cual se evaluó, salieron a decir que la prensa nacional se rajaba en cuanto información y apoyo a los diálogos de paz en La Habana, que por ahora más que tratar el tema de cómo reducir las hostilidades, dejar las arnas y desmovilizase, parece avanzar sobre una suerte de discusión un tanto utópica sobre cómo refundar la República. Se les olvida a los de la encuesta que la prensa informa, pero debe ser discreta para no empantanar las negociaciones. Por lo que se conoce de las declaraciones de ambas partes en La Habana, los unos quieren un acuerdo rápido y que sigan las conversaciones, para lo que se cuenta con la locuacidad y facilidad de palabra que distingue a Humberto de la Calle. Hasta el momento prevalece la idea de que lo fundamental es hablar y hablar, para compensar más de cincuenta años de desencuentros, de agresiones verbales, de intentar comunicarse en lenguajes distintos en un mismo idioma por cuanto los contenidos de las palabras no tienen el mismo significado para las partes. Se sabe que los lingüistas de ambos bandos tampoco se entienden. Algo más complejo cuando se trata de expresarse en un mismo idioma, dado que para esos casos no existe un diccionario que aclare las dudas de los negociadores.
Por lo anterior, el contacto directo es clave, lo mismo que es preciso que en medio de la negociación las partes vayan descifrando las ocultas intenciones de la contraparte, lo que por paradójico que parezca es esencial para avanzar a la conciliación con realismo. Periodistas extranjeros, que han estado en contacto con las Farc en Cuba, sostienen que es evidente la fatiga, la insatisfacción, la frustración y el malestar en algunos de los negociadores de las Farc, que sienten que han pasado una vida luchando en vano, para derivar en algunos casos, contra su voluntad lucrándose con uno de los negocios más sucios del mundo para sostener la guerra. Ellos no ven posibilidades de ganar contra un Ejército cada vez más tecnificado y experto en la lucha contra la insurgencia, con una superioridad aérea inmensa, que conduce directamente a la derrota de las fuerzas subversivas que se concentren con la finalidad de efectuar ataques de importancia contra aldeas u objetivos militares en las selvas. Lo mismo que está en condiciones de eliminar uno a uno y en conjunto, dado el caso, a los jefes del Secretariado. Confrontación desigual en la que han logrado sobrevivir algunos jefes en sus refugios en el exterior, muy pocos en las zonas de guerra. Situación que ha conducido fatalmente a una confrontación sin futuro, en la que se efectúan ataques dispersos contra efectivos militares aislados y civiles o en las carreteras, que no ponen en peligro la estrategia militar de mantener el cerco de las zonas más conflictivas evitando su avance a las ciudades.
Claro, afirman los periodistas extranjeros, no faltan los elementos jóvenes que no se han contaminado del todo con el contacto con los dineros ilícitos y que sueñan con una revolución imposible en un país que con más de cincuenta años de violencia se desangra, de muertos y heridos de todas las clases sociales, en su mayoría están por la paz. Estos presionan a sus jefes que aprovechen las jornadas en La Habana para comprar misiles tierra aire en el mercado internacional. Cono se sabe en el país han sido decomisados algunos, que según dicen los entendidos se trata de pequeñas cantidades aisladas que, por ahora, no podrían cambiar el curso de la guerra. Lo que se apresuran a corroborar reconocidos expertos militares. Sin que el Gobierno se pueda confiar del todo en esas observaciones, por cuanto, uno de los fenómenos que se destaca en los conflictos que se han sucedido a las manifestaciones iníciales de la primavera árabe, es que brotan armas de todas partes, que muestran un mercado internacional que se mueve con audacia sorprendente. Lo mismo la capacidad de las potencias, que suelen firmar toda suerte de acuerdos por la paz internacional, haciendo lo contrario al vender o entregar ayuda “gratuita” en armas a las partes para que se eliminen más rápido, con el criterio de que no habrá bala perdida y que, después, ellos o la ONU, impondrán de ser posible un nuevo orden; al que por lo general sucede otro conflicto armado.
Estas observaciones, que ojalá resulten infundadas, pero que debemos hacer por aquello del realismo político, corresponden a los insistentes anuncios de las Farc, en el sentido de que no están dispuestos a entregar las armas. Por la naturaleza del conflicto colombiano, la firma de la paz sin la entrega de armas, como se hizo en otras partes, sería peor que no firmar nada, pues podría conducir a un conflicto de proporciones aún mayores en un país en el cual el 70 por ciento del territorio nacional carece de un control efectivo del Estado, no solamente militar sino por la falta de infraestructura e imperio de la ley.