- Ambiciosa apuesta de erradicación para este año
- Uso del glifosato frenará impacto de la resiembra
La lucha contra el narcotráfico continúa siendo una de las prioridades del Estado. Sin embargo es claro que no ha existido una continuidad en la estrategia antidroga en la última década. Prueba de ello es que mientras en el 2014 la extensión de narcocultivos estaba en 43 mil hectáreas y todo indicaba que, por fin, se veía la luz al final del túnel en esta larga cruzada que tantas vidas y recursos le ha costado a Colombia, el cambio del enfoque en el combate a este flagelo, derivado principalmente de las implicaciones de la negociación de paz con las Farc en el mandato Santos, llevó a que la curva se revirtiera, a tal punto que 2017 cerró con una cifra récord de 209 mil hectáreas, confirmándose un evidente fracaso. La decepción fue mayor en vista de que no solo se quintuplicó en pocos años la extensión de los sembradíos ilícitos, sino que el boom narcotraficante llevó a que el potencial de exportación de cocaína superara las mil toneladas anuales.
Con el relevo en la Casa de Nariño, en agosto de 2018, se dio un cambio inmediato en la estrategia, dirigido principalmente a implementar un plan de choque que permitiera retomar la eficacia de la erradicación forzada de narcocultivos, manteniendo de paso los acuerdos firmados con miles de familias campesinas para la destrucción manual y concertada de los sembradíos de hoja de coca, marihuana y amapola. Si bien restaban apenas unos meses para acabar ese año, la nueva línea operacional se activó rápidamente.
Esa corrección del rumbo antidroga dio resultados esperanzadores, ya que a mediados del año pasado se conocieron los informes tanto de la Oficina Nacional de Control de Drogas de la Casa Blanca como del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos, en cabeza de las Naciones Unidas. La primera instancia reveló que la extensión de estos al cerrar 2018 era de 208 mil hectáreas y la segunda los situó en 168 mil. Si bien en ambas mediciones la reducción fue muy baja, por primera vez, desde el 2013, se logró frenar la espiral alcista, un hecho de mucha importancia en esta guerra de larga duración.
Ya en 2019 la estrategia de combinar la repotenciada ofensiva en la erradicación manual forzada con la voluntaria dio mejores resultados. Aunque la meta de destrucción de narcocultivos para ese lapso se fijó en 80 mil hectáreas, al final, según el Ministerio de Defensa, se logró llegar a las 93 mil. Como es apenas obvio, siendo un asunto tan complejo -porque es necesario hacer un barrido sobre todo en el territorio nacional- todavía no se sabe la cantidad de sembradíos ilícitos con que cerró el año pasado. No se puede hacer una simple operación matemática de restarle a la extensión que había en diciembre de 2018 la que se alcanzó a destruir en los siguientes 12 meses, ya que el porcentaje de resiembra está alrededor del 40 o 50 por ciento, y además influyen otros elementos coyunturales derivados de cuestiones climáticas, protestas en zonas cocaleras e incluso las nuevas dinámicas violentas regionales por el accionar de la guerrilla del Eln, las disidencias de las Farc y las bandas criminales de alto espectro, tipo ‘Clan del Golfo’, que llevan tres años tratando de consolidar su dominio en los corredores estratégicos del narcotráfico en las zonas de donde efectivamente salieron las facciones de las Farc que sí se desarmaron y desmovilizaron.
Se espera, entonces, que hacia abril o mayo se conozcan los informes de Estados Unidos y la ONU al respecto, pero en el Gobierno, según altas fuentes, se considera que la extensión de narcocultivos no estaría por encima de las 140 mil hectáreas, dado el alto nivel de eficiencia de los Grupos Móviles de Erradicación, que en año y medio pasaron de 23 a 150.
Por lo pronto ya el Ministerio de Defensa fijó la meta de destrucción de sembradíos ilícitos para este año, subiéndola de las 80 mil hectáreas planificadas para 2019 a no menos de 130 mil este 2020. Se trata de una meta muy ambiciosa pero que el Gobierno considera viable más aún si, como se espera, en algunos meses se puede reanudar la fumigación aérea con glifosato, una vez el Consejo Nacional de Estupefacientes le dé vía libre al decreto respectivo que está en proceso de perfeccionamiento, acorde con los lineamientos de la Corte Constitucional para volver a utilizar este herbicida. No hay que olvidar que mientras un avión puede asperjar 40 hectáreas al día, por vía terrestre solo se pueden destruir cinco.
Como se ve, la estrategia antidroga de Colombia volvió a la senda positiva tras el grave retroceso de años atrás. Asoma de nuevo la luz al final del túnel y lo importante es que la estrategia se mantenga.