Para un país que, como Colombia, registró retrocesos en las últimas pruebas estandarizadas que miden las capacidades de los estudiantes de secundaria, es imperativo avanzar en mecanismos que permitan mejorar la instrucción y rendimiento académico desde los niveles más básicos hasta los más altos de la educación.
Algunos sectores especializados advierten que el mayor problema está en que la calidad del recurso docente es muy deficiente y también hay retrasos sustanciales en materia de infraestructura y acceso al uso funcional de las nuevas tecnologías. Estas circunstancias son las que llevan a que la brecha de calidad entre la educación pública y la privada sea cada día más amplia, al igual que entre la urbana y la rural. Esto pese a que desde hace varios años el presupuesto sectorial anual más cuantioso es el que se destina a la enseñanza en nuestro país.
El Gobierno considera que para hacer frente a ese crítico escenario hay que aplicar, en primer lugar, reformas de corte normativo. De allí que haya presentado al Congreso proyectos para elevar a fundamental el derecho a la educación y otro relativo a reformar el sistema de educación superior.
De forma paralela hay otros debates, como el relativo al impacto que tendrá la masificación de las herramientas de Inteligencia Artificial (IA) en la educación. No es un tema menor, al punto que desde la ONU para abajo se está analizando cómo hacer un uso eficiente de esta herramienta tecnológica en la enseñanza, sin que ello lleve a que los alumnos se tornen perezosos, anulen su creatividad y capacidad de esfuerzo por aprender de manera integral y aplicativa.
Este es un tema clave, como lo evidencia el informe publicado por este Diario el pasado lunes, en donde se le preguntó al respecto a los rectores de las universidades de los Andes, Central y EIA (Medellín) así como a la ministra de Educación.
De entrada, resulta claro que se requiere generar un marco regulatorio para hacer eficiente su uso en los centros de investigación y aulas. También es evidente que urge mejorar el acceso a este tipo de tecnologías en muchas regiones apartadas del país, una tarea en la que deben tenerse en cuenta no solo a los estudiantes, sino igualmente a los docentes.
Se coincide en que lejos de excluir de las aulas las aplicaciones de IA, lo que se requiere es generar sistemas y mecanismos para hacer un uso racional y proactivo de las mismas. Viéndolas como una herramienta que, en modo alguno, reemplaza al factor humano y al estudiante como eje del proceso educativo.