*Su obsesión contra Vargas Lleras
*La exasperación del oficialismo liberal
La estrategia del candidato Humberto de La Calle contra Germán Vargas Lleras, además de intentar pescar en el río revuelto en que se ha convertido el paradójico partido de La U y de hacer guiños a la incierta coalición Verde, tratando asimismo de coquetearle a Clara López, ahondando la su-puesta división del Polo Democrático, es seguramente, des-de su punto de vista, una conducta encomiable y apropiada para revivificar, de modo extemporáneo, lo que hoy está evidentemente disuelto, a raíz del desencanto y la impopula-ridad fehacientes.
En ese caso, hace bien De la Calle, dentro de sus furtivas ambiciones, en ponerse de adalid del santismo por cuanto ve en ello la única redención a la candidatura oficialista del libe-ralismo, auspiciada en su cabeza por el ex presidente César Gaviria. No ha estado De la Calle, por descontado, en ningu-na matrícula diferente a su enseña partidista, salvo por al-guna representación en el último gobierno conservador an-tes de encabezar, y en algunos casos glosar de su propio puño y letra, las negociaciones con las Farc en la administra-ción Santos, por lo demás finalizadas a las volandas sin su concurso. Ahora, a su vez, De la Calle propone, luego de ve-tar a Vargas Lleras, un alinderamiento gavirista con los sec-tores lopistas y samperistas del liberalismo, que de ante-mano están con Clara López en una candidatura por firmas, para una coalición antes de la primera vuelta y con las de-más facciones que pretenden mantener el país por el sende-ro en que se ha fraguado el más hondo pesimismo nacional. De hecho ese candidato oficialista liberal, o mejor, el candi-dato del sí pero no, pues su conducta ambivalente se ha re-flejado ostensiblemente en las encuestas, parecería además hacer oídos sordos a las súplicas de cambio que se pueden concluir fácilmente de los colombianos que consideran, en rubros del 70 y el 80 por ciento, que el país va por mal ca-mino y que por ende requiere de una pronta reorientación a fin de recuperar las instituciones y la certeza en las políticas públicas.
De hecho, como se sabe, los índices de desconfianza ins-titucional han llegado a cifras exorbitantes, jamás vistas, y el carácter sistémico de la crisis se ha propagado, en buena proporción y aparte de la parálisis económica, por carencia de las reformas que se vinieron a pique. Lejos desde luego están las épocas, al comienzo del doble mandato del presi-dente Santos, en las que el Ministerio del Interior hizo gala de un reformismo adecuado a los requerimientos nacionales. No solo, entonces, con leyes humanitarias cruciales para to-dos los colombianos, sin necesidad de pasar por el filtro del posterior proceso de La Habana, como la de víctimas y de tierras, sino en otros aspectos clave, para el país en su con-junto, que hicieron de aquella legislatura inicial un episodio ejemplar y por desgracia efímero; las primeras, por lo de-más, leyes que venían siendo debatidas desde el gobierno previo. Pero De la Calle solo entiende de la paz habanera, es decir, de la suya propia, desestimando la vocería pública que llevó Vargas Lleras, cuando la atención a las víctimas y los desposeídos era todavía un asunto nacional que no necesita-ba del permiso o del cogobierno con las Farc.
Sin embargo, eso es lo de menos, porque en ésta época de la llamada posverdad lo indicado es propalar la primera ocurrencia, así no tenga piso. No obstante, habría que re-cordar, en honor a la verdad, que los gabinetes del presiden-te Santos se hicieron con base en su doctrina, sacada de Lincoln, de nombrar ex candidatos o adversarios de la última justa electoral, es decir, que no tenían que dejar de lado sus convicciones ni producir una adhesión a su persona para lle-var a cabo programas de interés nacional. Así ocurrió con Vargas Lleras, con la mejor política de vivienda de los últi-mos tiempos, de la que Santos dijo tener la chequera, pero no la idea ni su ejecución. Fue por ese éxito que a Vargas Lleras se le ofreció la vicepresidencia, en virtud de necesitar-se lo mismo para el sector de infraestructura, con la condi-ción de que no hablara del proceso de paz y bajo la persis-tente obstaculización del gavirismo. A su renuncia todo ha vuelto a paralizarse. Por demás, si no fuera por Cambio Ra-dical, su partido, las víctimas hubieran quedado desampara-das de curules en la Cámara.
Vargas Lleras se ha labrado su propio camino, a puro pul-so, como en su momento lo hicieron Luis Carlos Galán o más recientemente, Álvaro Uribe. Por eso tiene bases libera-les, conservadoras e independientes, que hacen caso omiso a la política de Toconvar, “Todos contra Vargas”, que camu-flada en el proceso de paz es la única propuesta que tiene De la Calle para atajarlo.