En medio de una agenda internacional centrada en el último mes en la amenaza creciente en que se ha convertido el movimiento radical yihadista “Estado islámico”, obligando ya a una acción militar transnacional en su contra en Siria e Irak, la emergencia sanitaria global que se había lanzado por la epidemia de ébola en África fue desplazada del foco de las prioridades geopolíticas.
Sin embargo, la confirmación de un paciente diagnosticado con el virus en Estados Unidos, que a la postre se convierte también en el primer caso de la enfermedad confirmado por fuera del continente africano, volvió a prender las alarmas en todo el mundo. Aunque los voceros del Centro de Control y Prevención de Enfermedades estadounidense dijeron que se trata de un caso aislado y que cuando la persona se desplazó en avión de Liberia a Texas no presentaba síntomas del virus, sino que lo desarrolló después, es evidente que el temor a nuevos casos en ese país y otras naciones asomó de nuevo en todo el planeta. Si bien se está lejos de la declaratoria de una pandemia, no se puede perder de vista que la epidemia de ébola, la mayor hasta ahora vista en las últimas décadas, ya suma más de tres mil muertes en países africanos y todavía no se ve una curva descendente en el número de contagios y decesos, pese a las medidas sanitarias, algunas de ellas bastante drásticas, adoptadas en la región.
Lo claro es que este caso en Estados Unidos debe obligar a todo el continente americano a extremar medidas de precaución y barrera sanitaria. Ayer el Ministerio de Salud de nuestro país indicó que tiene listo funcionando todo un protocolo al respecto, en tanto que en los aeropuertos también se toman medidas de vigilancia precautelativa con personas provenientes de África.
Por lo pronto es necesario tomar en cuenta lo afirmado por el Centro de Control y Prevención de Enfermedades estadounidense: la llegada del ébola a Latinoamérica es difícil pero no imposible.