Con el eufemismo “tensión racial” califican el estallido social en Baltimore por la muerte a manos de la Policía del joven afroamericano Freddie Gray. Incluso el presidente Obama hizo un llamado a la institución armada sobre las “preguntas preocupantes” que se están formulando sobre la actuación de sus uniformados. Entre tanto es preciso sopesar dos informes que salieron el mismo día y fueron opacados por las protestas en Baltimore por la muerte referenciada. Uno, el de la Universidad de Harvard que llega a la conclusión de que “uno de cada dos integrantes de la generación del milenio considera que el sistema penal de Estados Unidos es injusto”. Y el otro, que la economía de ese país creció a un ritmo anual del 0,2 % en el primer trimestre del año, por debajo del 1% que habían pronosticado los analistas.
Esas dos noticias son fatales para la convivencia social y las perspectivas de encontrar empleo que tienen millones de estadounidenses. Pero no está allí el nudo gordiano del asunto: la “tensión social” es un fenómeno que tiene raíces culturales muy hondas, va mucho más lejos que los calificativos de las agencias de prensa, que se quedan en la piel del problema. De allí que Obama demande investigar las causas de la insatisfacción de los jóvenes. Como bien lo señalan los expertos, el estallido social urbano, sin mediar antagonismos raciales o con ellos, suele extenderse de manera súbita, como la chispa de un cigarro que cae en las hojas secas del bosque y causa un incendio colosal.
Esas rebeliones sociales suelen evolucionar en una especie de estado de latencia, estallan en cualquier momento y de improviso se apagan. Son reacciones muy propias de las aglomeraciones. Igual es lógico que en tiempos de crisis económica o de pesimismo social, se agraven las protestas. El fenómeno de masas y el poder de contagio son tan poderosos que la mayoría de los que manifiestan su furia en el asfalto citadino, no saben a ciencia cierta el móvil de la protesta, sino que lo hacen por irresistibles impulsos anárquicos y violentos que el ser humano alberga en su interior. Los citadinos del mundo debemos estudiar el espejo de Baltimore.