Defensa del libro | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Abril de 2013

*¿La cultura para qué?

*Plática con un desconocido

 

Entre las cosas que llaman vivamente la atención de los extranjeros que visitan periódicamente a Colombia, es que en 50 años no hayamos podido acabar con la violencia, que se ampara en varias falacias y el mito de que una revolución sin ideas puede llegar a triunfar. No se percatan quienes así reflexionan de que la carencia de ideas nuevas ha sido uno de los factores o de las falacias que ha permitido que la subversión en Colombia prosiga su camino de terror, después de que en el mundo cae la muralla de Berlín, la Cortina de Hierro que da al traste con la Unión Soviética, y Cuba se transforma en una utopía, en la cual, mientras tuvo salud,  gobernó el comandante Fidel Castro.  Lo  insólito del proceder subversivo en Colombia es que a diferencia de los revolucionarios cubanos  los principales jefes de las Farc eran de origen campesino y en algunos casos no sabían leer. Es decir, que de alguna manera estaban más cerca del hombre primitivo, puesto que en el monte era poco lo que se podía leer y el retraso cultural con el resto del país resultaba abismal. Algunos se preguntan si ese atraso, esa desconexión con la lectura y la cultura contribuyó a la expansión de la violencia, al mito revolucionario de eliminar a otros so pretexto de mejorar la situación del país y alcanzar el desarrollo.

Quizá por esa misma condición precaria en lo cultural el mito revolucionario anidó con más fuerza entre los seguidores de Tirofijo, antes de que a esas fuerzas ingresaran elementos citadinos más preparados y con miras a tomarse el poder. Y lo que sorprende más es que aún hoy, cuando entre los jerarcas de esa agrupación la mayoría sabe leer, según los expertos no están informados de la importancia de la tecnología y del saber, para elevar la condición cultural y el desarrollo de un país. Ellos se aferran a considerar que el poder depende del fusil. Como en su tiempo lo predicó Mao. Y siguen pensando que la guerra insurreccional es el camino para imponer la revolución.

La anterior exposición la oímos de labios de un curioso personaje en la Feria Internacional del Libro en Bogotá, que decía que el libro libera a los pueblos y le repugnaba  que en Colombia uno de cada dos jóvenes citadinos  no entienda lo que lee, ni que muchos de los jóvenes confiesen que no leen nada. Pese a que miran la pantalla del computador y suelen pasar varias horas al día navegando. Y resulta que no es lo mismo mirar o repasar datos en el computador que leer. Como lo han comentado algunos exsecuestrados por los grupos subversivos, en las zonas de la periferia se vive en un estadio cultural primitivo, lejos del nivel medio  de nuestras ciudades.

El mismo personaje pintoresco en cuestión, que conversaba animadamente en la Feria del Libro, decía que solamente al elevar el nivel de vida de los colombianos se podría derrotar la violencia. Y, precisamente, eso es lo que en cierta forma promueven allí los expositores de libros, elevar el nivel cultural de las gentes. No nos alcanzó el tiempo para indagar sobre el dicho personaje que tuvimos de interlocutor  por unos instantes y que se movía con dificultad llevando una carga de libros que había comprado en realización, los cuales pensaba regalar a los jóvenes de una barriada bogotana con el propósito de rescatarlos de la violencia urbana.

Al rato de repasar los estantes de libros maravillosos de la Feria, al tomar un humeante café, nos llevó a la reflexión de la tesis de ese personaje que se perdió entre la multitud de visitantes en un día lluvioso, que repetía una de esas verdades de Perogrullo: la cultura libera, la cultura eleva la condición espiritual del  hombre. Leer un libro aleja de la violencia.  Entender el humanismo y la sociedad contribuye a que los hombres avancen a la  solidaridad social y el civilismo. Es simple, basta repasar la historia y el presente de algunos países del norte de Europa, para observar que tienen el más alto nivel de organización, de cultura social y de ingresos per cápita del planeta. En tanto  Colombia languidece por siglos en tierras donde se desconfía de la riqueza minera más grande del país, sumida en   una violencia dizque revolucionaria que pretendía liberar al hombre por el marxismo.

Eso nos hizo pensar que la violencia endémica que hemos padecido por más de medio siglo se podrá superar cuando se integre la sociedad periférica a la cultura, para que ella encuentre sus propios valores.