Cultura Ciudadana III | El Nuevo Siglo
Lunes, 18 de Enero de 2016

La profunda simbología de Mockus

De la intolerancia a la violencia

 

Uno de los programas que más ha marcado a la capital del país en las últimas décadas ha sido, sin duda, el de la Cultura Ciudadana, simbolizado y liderado por el dos veces alcalde Antanas Mockus. Su aparición rompió los paradigmas de las distintas políticas, campañas, programas e iniciativas con que no solo en Bogotá sino en todo el país las autoridades buscaban crear patrones de comportamiento ciudadano positivos, solidarios y, sobre todo, respetuosos del otro. El matemático y filósofo acudió a una serie de ejemplos pedagógicos para evidenciar, más que sancionar, las actitudes que iban en contra de la cultura ciudadana, entendida esta como la instancia en que el individuo se asume como integrante de un colectivo en el que su accionar, tanto en el espacio público como en el privado, marca la evolución positiva o negativa de todo el conglomerado social. Es decir, que cuando una persona viola los códigos de convivencia social, así sea con actitudes que considere de poco impacto, está afectando a toda la comunidad y a sí mismo. No fue, entonces, gratuito que de las recordadas campañas de los mimos, las cebras, las representaciones teatrales sobre cómo comportarse en la vía pública, en el transporte, en los parques y otros espacios, se pasara a conceptos de mayor profundidad como aquel de que “la vida es sagrada”, cuyo mensaje impactó de forma muy sustancial a un país en el que las violencias cruzadas han cobrado miles de vidas, no solo por cuenta del conflicto armado de más de cinco décadas sino porque la mayor parte de las muertes y heridos se derivan de casos de intolerancia de una sociedad acostumbrada a resolver sus diferencias por la vía de la agresión y la imposición. De esta forma, la Cultura Ciudadana de Mockus es todo menos una puesta en escena, como algunos malquerientes quisieron descalificarla, y, por el contrario, engloba uno de los esfuerzos de recuperación de valor civil y bienestar colectivo a partir de lo individual más importantes de las últimas décadas.

Las administraciones distritales que sucedieron a Mockus trataron todas, con sus respectivos programas y énfasis, de mantener y recuperar el espíritu de las políticas del ex alcalde. Sin embargo, lamentablemente, no lograron reflejarlas con igual efectividad y, sobre todo, credibilidad entre los bogotanos. De allí la importancia que tiene el hecho de que él vuelva a ponerse al frente de estas metodologías en el mandato de Enrique Peñalosa. Como se sabe, en el remate de la campaña electoral para la alcaldía el año pasado, ambos dirigentes sellaron una alianza con ese objetivo y es innegable que ese hecho fue determinante para el resultado final en las urnas. Si algo evidencian las encuestas y estudios sobre la inseguridad y los factores de intranquilidad de los capitalinos, es que la mayoría de ellos considera que se han perdido los cánones de comportamiento social positivos y que la mayor cantidad de conflictos entre los ciudadanos se debe a la intolerancia y el irrespeto de los derechos de los otros. Colarse en Transmilenio, no respetar los semáforos, botar basura en la calle, no ceder el paso, obviar los puentes peatonales, acudir al insulto y la agresión como reacción primaria, no atender los llamados de las autoridades, no recoger las heces de las mascotas y tantas otras actitudes diarias de los bogotanos son la fuente de un ambiente de intolerancia, propenso a la violencia, en el que prima la desconfianza y, desafortunadamente, en el que el concepto de ser buena persona ha venido perdiendo espacio.

Bienvenido pues el rol de Mockus como motor y símbolo de la recuperación de la cultura ciudadana en la capital de país. Estamos seguros de que más allá de la particularidad de sus métodos, unos a cual más sencillos y otros complejos de entender a primera vista, los bogotanos se irán sintonizando poco a poco con el mensaje de convivencia social, respeto, solidaridad y bienestar colectivo que encierran todas sus políticas. Es urgente que se recupere esa escala de valores en la que la premisa es que el interés general está por encima del particular, en el entendido de que sí un individuo cumple con los códigos de convivencia social está aportando a su propia tranquilidad y la de sus seres queridos y allegados. Las estadísticas sobre los primeros dos periodos de aplicación de la Cultura Ciudadana evidencian que fueron programas efectivos y que los bogotanos se mostraron muy receptivos a su lógica sencilla y clara. Ojalá en esta tercera era pase lo mismo.