* Liberación de cautivos y entrega de terroristas
* ONU incapaz de sostener sus principios
La alternativa de un cese de fuegos frente a la recuperación de Gaza de manos de los terroristas de Hamás, por parte de Israel, es viable. Pero solo en la medida en que los centenares de secuestrados, israelíes y no israelíes, sean liberados ipso facto y al mismo tiempo se entreguen los cabecillas y sub cabecillas del terrorismo, para ser juzgados en la Corte Penal Internacional como genocidas, criminales de guerra y delincuentes de lesa humanidad. O, en una dirección similar, bien se establezca un Tribunal como el que sirvió, no hace mucho, de base para juzgar los genocidios en Yugoeslavia o de nazis como Adolf Eichmann en Israel.
Cualquier conducta diferente de la comunidad internacional, en especial de los países democráticos, va precisamente en contravía del Estatuto de Roma que, por su parte, las Naciones Unidas (ONU) lograron establecer, a lo largo de décadas y luego de los juicios de Nuremberg, con el fin de cobijar a la humanidad de la barbarie, bajo principios inmanentes y jurídicos inalienables.
En efecto, son principios contemplados en el preámbulo del Estatuto que, sin duda, han servido, desde su compleja implementación, de guía, ejemplo y doctrina universales. Y cuyo propósito, frente a las minorías bárbaras herederas del nazismo, que se empeñan en quebrantarlos y afincarse en el terror, consiste en la preservación de la dignidad y el amparo mancomunado de la especie humana dentro de valores vitales compartidos, aun por los pocos países que a estas alturas no se han unido a esa codificación. Y que no por ello dejan ser un imperativo categórico de la civilización contemporánea.
En ese sentido, la más mínima acción de la ONU en contra de ese objetivo, que ella misma estableció como norte indeclinable y soporte de su razón de ser, no solo se trata de una actitud infamante, propiciatoria del terrorismo, sino de la notificación mundial de que esa organización es incapaz de mantener los preceptos que dice auspiciar y por tanto no sirve de mayor cosa, ni puede gozar de credibilidad alguna. Un cese de fuegos sin condiciones, como las aquí señaladas y seguramente otras más; un cese de fuegos que deje de lado la libertad inmediata de las personas secuestradas por Hamas, en primer lugar los niños; un cese de fuegos sin la exigencia inamovible de que los terroristas queden de una vez por todas a buen recaudo y se libere tanto a Israel como a Gaza de su coyunda sanguinaria; un cese de fuegos de esta índole es una salida asaz contraevidente que, aparentando un falso sentido humanitario, ante todo se confabula con el salvajismo y pone al mundo en la encrucijada de una estólida rendición ante los detentadores de la crueldad.
A Israel, en adición a los secuestros, le asesinaron a mansalva a mil cuatrocientos ciudadanos inocentes, además sin que los terroristas de Hamás tuvieran en cuenta las consecuencias que eso tendría sobre su propia población y territorio. Si se quisiera hacer un símil con Colombia, en relación con el monto de sus habitantes, sería tanto como que aquí terroristas extranjeros, amparados en las fronteras, hubieran asesinado en un solo día a 7.000 ciudadanos desprevenidos, en Cúcuta, Arauca, Ipiales o Urabá. Y frente a semejante matanza expeditiva, quedarse a la espera de ver qué dice la ONU. Salvo por una debilidad enfermiza, nadie en sus cabales podría actuar así.
Hamás, que gobierna Gaza después de dar curso a los acuerdos de paz de Oslo que llevaron a la creación de la Autoridad Palestina con miras a establecer un Estado oficial en la zona, se dedicó en los últimos lustros, no a propiciar el desarrollo de los palestinos, ni siquiera a organizar un ejército convencional, sino a apertrecharse en el terrorismo para, en su momento, dar un golpe mortal a Israel y la población judía, con el anuncio adicional de que luego iría por los cristianos. Fue lo que ocurrió hace un par de semanas.
Con ello, Hamás no solo violó flagrantemente la Convención de Ginebra y sus protocolos. También infringió los cánones humanitarios elementales al dar sistemáticamente vía libre al genocidio a cuenta de su patológico odio racial (y religioso); a propósito atacó a la población civil en infinidad de delitos de lesa humanidad (que por tanto competen al mundo entero); aún se mantiene en protervos crímenes de guerra, entre otros, a través de infames escudos humanos y arsenales escondidos en hospitales y mezquitas así como con la toma de rehenes; y llevó a cabo un horripilante crimen de agresión contra un Estado ante el cual procede, en la legislación internacional aducida, la legítima defensa y la recuperación integral y permanente de la seguridad.
Bajo esa perspectiva, un cese de fuegos solo sería razonable a partir de las dos condiciones antedichas: la inmediata liberación de los secuestrados y la entrega paralela de los comandantes militares y políticos del terrorismo. Si es así, bienvenido, con los corredores respectivos para llevarlo a cabo. Es lo que la ONU y los verdaderos defensores de los valores humanitarios deberían patrocinar, en vez de hacer de caja de resonancia al propagandismo falsario al que siempre recurre Hamás, como el reciente caso del hospital de Gaza, bombardeado por los mismos fundamentalistas. Ya se sabe que es estrategia básica de todos los terroristas tratar de pasar de victimarios a víctimas.