Las consultas internas de los partidos y movimientos políticos son, en teoría, uno de los avances más importantes en materia de democracia interna de las colectividades. Sin embargo, no se puede desconocer que el nivel de participación ciudadana en estas jornadas continúa siendo muy bajo.
Hay varias razones que explican esta falencia. En primer lugar, que las encuestas sobre cultura política evidencian que más del 50 por ciento de los consultados no se siente identificado ni es militante activo de un partido o movimiento político específico. En segundo lugar, que es patente la debilidad estructural de las colectividades para identificar a sus bases e incentivarlas a que participen en las consultas internas. A hoy es claro que, pese a las campañas pedagógicas de la Registraduría, una parte importante de la población no sabe para qué son las elecciones de mañana, por lo que muchas personas no sólo protestan por afectaciones colaterales como la ley seca o incluso por el alto costo de organizar unos comicios que desde ya se prevé tendrán una muy baja participación.
A ello se suma que al no estar plenamente carnetizados los ciudadanos que pertenecen a tal o cual partido o movimiento, entonces cualquier persona puede asistir a las urnas y pedir el tarjetón de la consulta interna que quiera, ya sea por capricho, hacerse a los beneficios que da el votar, o como parte de una estratagema para viciar o desviar el resultado de alguna convocatoria partidista.
Para las consultas internas de mañana se inscribieron un total de 6.911 candidatos. Obviamente el reto para todos los partidos y movimientos será el de propiciar una alta participación de sus militantes. No se trata, claro está, de que la asistencia a las urnas se asemeje a la que se registra en los comicios de Congreso, presidenciales, regionales o locales. Pero sí debe, por lo menos, superar a anteriores jornadas del mismo tipo. Incluso se deberían evaluar propuestas como aquella que sugiere que todos los avales a candidatos para gobernaciones y alcaldías tendrían que pasar, primero, por este tamiz en las urnas, en lugar de ser definidos por decisiones cerradas de los directorios y los dirigentes políticos de cada zona.