- Supervigilancia a proyecto del Metro de Bogotá
- Contingencias normales en un proceso complejo
El informe de la Contraloría General de la República en torno a una serie de hallazgos en el proceso de estructuración del proyecto para la construcción del sistema Metro en la capital del país ha generado múltiples reacciones. Frente a ello, lo primero y más importante, sin duda alguna, es poder extrapolar las principales lecciones en el marco de un análisis serio y objetivo. Y para esto, lo primordial es dejar de lado la politización que suele rodear un tema que ha marcado indefectiblemente el escenario electoral bogotano en las últimas décadas.
Hecho esto último, la principal conclusión de lo ocurrido esta semana, sin duda alguna, tal cual lo resaltaron el propio ente de control, la Administración Distrital y la Empresa Metro, es que ninguno de los hechos fácticos por los que se llamó la atención en el informe de auditoría tiene que ver con indicios de corrupción. Eso es clave.
En segundo lugar, las alertas de la Contraloría han sido recibidas de la mejor manera posible por la Empresa Metro y la Alcaldía, que de inmediato indicaron que analizarán de forma detenida las seis observaciones, con el fin de dar las respuestas puntuales y proceder, cuando sea el caso, a los correctivos o ajustes respectivos.
También resultó positivo que todo lo que pasó esta semana sirvió para que la ciudadanía se enterara de que el contrato para la construcción y operación de la primera línea de este sistema de transporte masivo en la ciudad tiene, por lo menos, cinco instancias de veeduría y vigilancia de forma permanente, tanto de nivel distrital, nacional e internacional, cubriendo los aspectos administrativos, fiscales, disciplinarios y penales. Esa circunstancia, como es apenas obvio, garantiza desde ya que el riesgo de actos de corrupción, sobrecostos o ineficiencia termina siendo muy remoto.
No se puede perder de vista que esta clase de procesos para sacar avante megaobras del calibre de la que se adelanta en la capital del país, siempre tiene múltiples complejidades financieras, de infraestructura, contractuales, tributarias, de licenciamientos, adecuación de redes de servicios públicos, disposición de predios, compra de equipos para la construcción y operación del sistema… En fin, una gran cantidad de hechos sobrevinientes y de contingencias que es imposible prever al ciento por ciento. Lo importante es que en el contrato estén claramente señalados los mecanismos para enfrentar de forma eficaz y rápida cada uno de esos eventos, bajo las respectivas instancias de control y veeduría. En ese orden de ideas, es absolutamente conveniente que tanto la Contraloría General como la Distrital, así como la banca internacional que cofinancia el proyecto, aunado a los fallos judiciales pendientes y las instancias de veeduría que establecerá directamente la nueva Administración, ejerzan una vigilancia integral a todo el proceso. Hasta en el Concejo se habla de crear una comisión accidental con esa misión. Lo cierto es que entre más ojos supervisores existan, la tranquilidad ciudadana será mayor y el éxito del proyecto estará más asegurado.
No menos importante resultó el que esta misma semana se hubiera firmado también el contrato para la construcción del tren de cercanías o Regiotram de Occidente, que se conectará con la primera línea del Metro, evidenciando que la intermodalidad y la integración de los distintos sistemas de transporte masivo son la hoja de ruta más viable para solucionar de forma gradual la problemática de la movilidad vial en la ciudad-región.
Incluso todas las precisiones hechas esta semana por la Alcaldía, la Empresa Metro y la Contraloría son determinantes para la seguridad jurídica y política que debe rodear el desarrollo del contrato de la primera línea, cuya construcción debe arrancar en firme en pocos meses. Por ejemplo, está más que claro que el nuevo proyecto de Plan de Ordenamiento Territorial (POT) que presente el Palacio Liévano al Concejo no hará cambios en lo ya acordado y, por el contrario, partirá de ello para proyectar la ampliación de esa primera línea y su interacción con los desarrollos de Transmilenio, las nuevas flotas alimentadoras y de servicio urbano, otras líneas de trenes de cercanías, la ampliación de la red de ciclorrutas y demás modalidades de transporte público y particular.
Como se dijo, este es un proyecto de amplia complejidad. Bienvenidas todas las observaciones, alertas tempranas y advertencias. Todas ellas deben dar lugar, en el término de la distancia, a las aclaraciones, ajustes y correcciones, si son del caso. Lo importante es avanzar dentro de los tiempos, presupuestos y transparencia previstos. Solo así el Metro de Bogotá será una realidad en pocos años, que es, en últimas, el gran objetivo.