*El Ministerio de la Presidencia
*Proceso de paz no puede ser monotema
La pregunta es, desde luego, si en el Palacio de Nariño se requiere un Ministro de la Presidencia que le colabore al primer mandatario en sus actividades diarias, como se han interrogado varios medios. Para ello, ciertamente, estaba el cargo de Secretario General, pero restringido a las funciones propias de dirigir el Departamento Administrativo de la Presidencia y eventualmente con delegaciones presidenciales adicionales. En particular, ser su mano derecha en materia de relaciones políticas con los parlamentarios. Fue en esa oficina donde se estableció el llamado “computador de Palacio”. Es decir, el registro de la burocracia, los movimientos en la nómina estatal y los requerimientos regionales. De acuerdo con ello, era el eslabón entre el Presidente y los congresistas.
Con la creación, por decreto, del Ministerio de la Presidencia esa órbita pretendió ampliarse al tiempo que también se elevaron a nivel de ministerio algunas de las consejerías presidenciales. Esto, ciertamente, sin los generales correspondientes, según los cuales los ministerios obedecen a una estructura definida en la Constitución y la ley, donde por lo demás se señala su preeminencia y jerarquización. Son ellos los ministerios del despacho. O sea, aquellos que tienen competencias y responsabilidades específicas, determinadas legalmente en desarrollo de los preceptos constitucionales y manejando sectores concretos, económicos, sociales y políticos. De hecho, el orden de prevalencia de ellos es lo que, perteneciendo al mismo partido o coalición de partidos que avalaron la candidatura del Presidente, permite el señalamiento de ministro delegatario en ausencia del primer mandatario, cuando ello no corresponda al Vicepresidente. Inclusive, lo que textualmente se denomina Gobierno consiste en la firma de los decretos entre el Presidente y el ministro o los ministros del ramo, sin lo cual no se configura la actividad gubernamental. Esos, como se dijo, los ministros del despacho.
Otra cosa es lo que se podría denominar, ministros sin cartera. No son ellos de origen constitucional, ni requieren de ley para su funcionamiento, ni tampoco son motivo de control político por parte del Congreso. En Colombia, la figura ha sido poco utilizada, pero en otros países del mundo, particularmente en Europa, son de uso común. Trata ello, precisamente, de los nombramientos que hace el Presidente de la República para generar mayor fluidez de sus facultades desde su propio despacho. En tal sentido consiste, en cuanto al Ministerio de la Presidencia, en lograr una mayor coordinación de las actividades gubernamentales y colaborarle al primer mandatario en lo que determine, dándole un rango superior al de Secretario General.
Algunos, a no dudarlo, fueron los elementos negativos que acompañaron la creación de la figura. En primer lugar, por supuesto, haberle dado un carácter de “superministro”, propio de la jerga de los medios. Otro, quedar subsumido en los vericuetos de los otros ministerios sin cartera. Pero, desde el punto de vista general, es indudable que ha sido un cargo que le ha servido al primer mandatario para apuntalar sus objetivos. Es posible que, a diferencia de sus homólogos, requiera de una estructuración más institucional. En todo caso, el Ministerio de la Presidencia ha sido útil en sus propósitos. Tanto como el encargo al Vicepresidente de la República de coordinar los aspectos más sensibles en materia de la atrasada infraestructura nacional.
Las actividades gubernamentales al interior de la sede presidencial son del mayor interés para la marcha del gobierno. Y es así como en muchas partes del mundo reciben más atención que muchas de las circunstancias que rodean la estructura formal del Estado. Se ha quejado el presidente Juan Manuel Santos, en múltiples oportunidades, de que su Gobierno adolece de una buena comunicación de los logros en diversas materias. En general, puede decirse que es difícil cuando el proceso de paz se ha convertido en un monotema. Aun así, precisamente por ello, se hace necesaria una estrategia de comunicaciones en las demás áreas, sabido que el proceso de paz tiene naturalmente altibajos y que las comunicaciones corren por cuenta de su vocero, una especie de ministro sin cartera como Humberto de la Calle quien, pese a las dificultades y vicisitudes, lo ha venido explicando en lo que es menester. Fuere lo que fuere, con ministro de la Presidencia o Secretario General, la clave de cualquier gobierno está en comunicar, en sintonizar la opinión pública, en usar el lenguaje adecuado. Y ese sigue siendo el reto principal, en donde el papel del Ministerio de la Presidencia también podría ser clave.