Colombia-EU: alianza sólida | El Nuevo Siglo
Domingo, 5 de Junio de 2022

* Los 200 años de relaciones diplomáticas

* Democracias más antiguas del continente

 

Una de las principales conclusiones tras las celebraciones de los 200 años de relaciones diplomáticas entre Colombia y Estados Unidos es que estas se encuentran hoy en uno de sus niveles de mayor integración y coordinación. Se trata, sin duda, de un hecho político crucial, sobre todo porque Washington y Bogotá mantienen desde hace varias décadas la más fuerte alianza geopolítica a nivel continental.

De hecho, tanto en los múltiples eventos políticos, diplomáticos, económicos, culturales e institucionales realizados en ambas naciones para resaltar los dos siglos de relacionamiento estatal, así como en las cumbres sucesivas de este año entre los presidentes Joe Biden e Iván Duque, ha quedado claro que sin esa alianza estratégica el destino de ambas naciones no sería el mismo.

Entre los múltiples flancos analizados para explicar la permanencia de esta sociedad de largo aliento en un escenario mundial tan voluble y accidentado como el de la última centuria, resulta evidente que el principal hilo conductor y base imprescindible ha sido que los dos países se erigen como las democracias más antiguas y permanentes del hemisferio americano. Una empatía política que comenzó desde el mismo momento en que, en 1822, Estados Unidos, bajo la presidencia de James Monroe, se convirtió en el primer país en reconocer la independencia de la Gran Colombia. No pocos historiadores recuerdan que para el Libertador Simón Bolívar, que admiraba la génesis del proceso libertario norteamericano, ese espaldarazo era clave para que la autonomía suramericana se consolidara de manera irreversible.

Han sido, entonces, 200 años de alianza fuerte que, naturalmente, ha tenido momentos de crisis, como el rol que jugó Estados Unidos en la escisión panameña o la postura latinoamericanista colombiana para que el bloqueo norteamericano a Cuba no golpeara tan fuerte a la sufrida población isleña.

Sin embargo, la alianza geopolítica ha madurado y su principal fortaleza es la forma en que resistió las alternaciones gubernamentales acá y allá así como las más difíciles coyunturas locales en ambos países. La participación nacional en la guerra de Corea se derivó de la sociedad entre Washington y Bogotá. Fueron los gobiernos Clinton y Bush los que sentaron las bases y el arranque del Plan Colombia, el esfuerzo presupuestal más significativo de la Casa Blanca en el continente americano, implicando, de paso, el ejemplo de corresponsabilidad internacional más tangible frente a la valiente y sacrificada lucha de nuestro país contra el narcotráfico y la violencia guerrillera y paramilitar. También fue esa sociedad estatal la que abrió paso a la negociación y entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio (TLC), que cumplió semanas atrás una década y tiene a la potencia del norte como nuestro principal socio económico. En el ingreso a la OCDE y otros accesos a recursos de la banca multilateral ha sido clave el visto bueno norteamericano. También hubo apoyo de la Casa Blanca, con Obama y Trump al frente, al proceso de paz con las Farc, al tiempo que ambos países han liderado la cruzada contra el terrorismo continental, la dictadura venezolana y los regímenes autoritarios latinoamericanos. Ya en medio de la crisis pandémica, fue Estados Unidos la nación que más equipos médicos y vacunas nos donó, así como el gobierno más presto para ayudar a financiar la atención colombiana a seis millones de personas expulsadas por la crisis chavista…

Todo lo anterior explica por qué no resulta para nada sorprendente, pero sí muy significativo, que hace unas semanas el gobierno Biden y el Congreso, con apoyo cerrado de republicanos y demócratas, como ha sido tradicional por décadas, designaran a Colombia como “socio estratégico” por fuera de la OTAN.

Obviamente se han dado crisis y desencuentros entre Bogotá y Washington, pero ninguno que amenazara la fortaleza de la alianza geopolítica. Tampoco se puede esconder que por mucho tiempo la agenda ha estado excesivamente narcotizada pero en los últimos años han ganado terreno temas relacionados con la defensa democrática, primacía institucional, lucha contra otros delitos trasnacionales, coordinación judicial, transición energética, combate al cambio climático, desarrollo de infraestructura, implementación del acuerdo de paz, políticas contra pobreza y desigualdad, crisis migratoria y derechos humanos.

Visto todo lo anterior, queda claro que la alianza geopolítica entre Estados Unidos y Colombia hoy está más fuerte que nunca. Claro, hay diferencias y choques de opiniones, algo natural entre dos naciones con tal nivel de relacionamiento multidisciplinario pero con intereses propios en varios ámbitos; lo importante es que la sociedad estratégica se mantiene firme y preservarla es clave para ambas partes.