Colombia-EU: alianza firme | El Nuevo Siglo
Viernes, 22 de Octubre de 2021

* Nueve meses de relación Duque-Biden

*Una agenda más allá del tema antidroga

 

 

La visita esta semana a Bogotá del secretario de Estado norteamericano Antony Blinken, quien en su primera gira por Suramérica escogió a Ecuador y nuestro país como sus únicas escalas, ratifica que las relaciones entre Colombia y Estados Unidos se mantienen firmes y dinámicas. De hecho, el presidente Duque estuvo en semanas recientes en dos ocasiones de gira por Washington y Nueva York, cumpliendo una agenda muy amplia tanto con instancias oficiales como privadas, académicas y empresariales.  

Si bien la alianza geopolítica de largo aliento entre ambos países se ha caracterizado por su solidez desde hace varias décadas, pese a los altibajos normales en la sucesión de gobiernos, lo cierto es que la interacción entre las administraciones Duque y Biden, en los nueve meses que lleva el mandatario demócrata en la Casa Blanca, ha experimentado en ese corto lapso un proceso de fortalecimiento esperanzador.

Aunque al final del año pasado se alcanzó a hablar de cierta molestia en el entrante gobierno estadounidense por la forma en que algunos dirigentes políticos colombianos habrían terciado en algún estado de ese país en plena campaña presidencial, lo cierto es que posesionado Biden, que por su rol como vicepresidente de Obama conoce muy de cerca la realidad de nuestra nación, esas posibles sombras se despejaron rápidamente.

¿Cuál es el escenario hoy en la relación bilateral? Tres elementos son fácilmente identificables. El primero, que si bien la Casa Blanca advierte un aumento de la extensión de narcocultivos y exportación de cocaína en el último año en Colombia, valora el esfuerzo antidroga de las autoridades de nuestro país en cuanto a erradicación de cocales e incautación de narcóticos. La reciente certificación sobre la materia expedida por el Departamento de Estado así como mantener el monto presupuestal de aportes al Plan Colombia son prueba de ello. De hecho Blinken reconoció esta semana que la cooperación en la lucha contra el narcotráfico debe profundizarse atacando por igual todos los eslabones del flagelo. Los temores iniciales en torno a que la administración demócrata se opondría firmemente a la posibilidad de volver a utilizar el glifosato en las aspersiones aéreas en nuestro país por ahora no asoma.

En segundo término, resulta claro que Colombia continúa siendo el principal socio geopolítico de Washington en la región, no solo porque la izquierda volvió a empoderarse en Perú o Bolivia, sino porque los gobiernos Biden y Duque mantienen el frente común contra la dictadura venezolana y los regímenes autoritarios de Cuba y Nicaragua. La ofensiva de la justicia estadounidense para lograr la extradición de fichas clave del gobierno chavista ratifica que eran infundadas las prevenciones de algunos analistas en torno a que tras el relevo en la Casa Blanca, en enero pasado, se flexibilizaría la estrategia contra la satrapía de Nicolás Maduro.

Un tercer elemento que pone de presente la estabilidad de las relaciones bilaterales tiene que ver con otros temas clave de la agenda. La Casa Blanca y el Congreso estadounidenses mantienen el apoyo a la implementación del acuerdo de paz, si bien han expresado preocupación por los picos de violencia regional y las denuncias contra la Fuerza Pública sobre presuntas violaciones a los derechos humanos. Por igual, como quedó evidenciado en la cumbre de cancilleres esta semana en Bogotá, con la asistencia de Blinken, avanza la posibilidad de generar una estrategia continental para enfrentar integralmente el fenómeno de la migración ilegal (sobre todo de la venezolana y la haitiana), tal como lo ha pedido insistentemente el gobierno colombiano. Tampoco puede dejarse de lado la sustancial ayuda de Estados Unidos a Colombia para enfrentar la pandemia o la   confluencia entre Duque y Biden en cuanto a la necesidad de tomar medidas más audaces contra el cambio climático…

Como se puede ver, más allá de quienes le dan una interpretación exagerada a que no se haya producido aún un encuentro presencial entre los mandatarios, lo cierto es que la alianza binacional en modo alguno está supeditada a una foto y un apretón de manos. Son décadas de relacionamiento estatal, soportado en toda una estructura institucional de cooperación en muchas instancias, sistemas de monitoreo permanentes y una agenda por demás compleja y amplia, de la cual el tema antidroga es apenas una parte, por más mediático que sea.

Claro, como es apenas natural, hay diferencias de criterios y enfoques, la mayoría de las cuales se tramitan por los canales correspondientes. Y es seguro que en algunos asuntos es difícil alcanzar consensos o no se logran. Sin embargo, son contingencias propias de una relación de largo aliento entre dos naciones con realidades muy distintas pero intereses comunes. Lo importante, en todo caso, es que la alianza sigue en firme.