*Transporte multimodal
*Civismo, civismo y más civismo
Lo que estamos viviendo los bogotanos es el colapso de Transmilenio. Sin ser videntes, ni cosa parecida, lo presagiamos desde sus inicios durante las postrimerías de la alcaldía de Enrique Peñalosa. No se trata de que el sistema sea malo, es positivo para ciudades pequeñas como Curitiba, en donde encontró su inspiración para seguir el ejemplo el Alcalde de Bogotá. No es lo mismo atender los problemas de transporte de una ciudad como Curitiba, de un poco más de 2 millones de habitantes, que nuestra capital que pasa de 8 millones de habitantes y tiene problemas viales enormes, falta crónica de vías, mal uso de las calles, carece de una verdadera ruta circunvalar, lo que obliga a los vehículos a rodar en medio de la congestión por las pocas vías que atraviesan la extensa ciudad de un lado a otro. Como se dijo desde el primer día, y el tiempo nos da la razón, el Transmilenio, apenas puede ser una solución transitoria para movilizar un sector de la población. La matemática no miente, si usted pone en la vía uno tras otro varios vehículos llega un momento que apenas caben unos pocos, si eso pasa en las paradas en las que suben y bajan los pasajeros, que gastan un tiempo en entrar y salir, la demora en llegar y partir es mayor.
Por lo anterior se llega a la situación en la cual los vehículos se inmovilizan, puesto que las cuadras tienen un espacio limitado, así como estos deben parar en los semáforos, lo que determina que esperen hasta que se les permita el paso. Al pretender agilizar el movimiento de pasajeros se fuerza a los autobuses a durar poco tiempo en las paradas, lo que obliga a que los pasajeros deban empujarse y correr desesperadamente. Como los que bajan y suben de los articulados lo hacen por las mismas puertas, resulta que la presión de unos y otros se ejerce por la fuerza, así que suelen ocurrir accidentes que ya les han cobrado la vida a varios pasajeros. Una estrategia elemental sería disponer que los usuarios entren por una puerta y salgan por otra. Eso evitaría, en parte, que se repitan los accidentes. Otra medida educativa es que las gentes no se paren delante de la franja amarilla, para evitar que obstaculicen a los que entran o salen, lo mismo que los accidentes que se presentan cuando se caen, lo que ocurre a menudo puesto que los de atrás o los que van a subir al autobús los empujan.
Como los autobuses no tienen límite de pasajeros a bordo en las horas pico viajan peor que sardinas. Un verdadero sálvese quien pueda. Los mayores, los niños y las señoras, suelen ser las víctimas de empellones de los más fuertes, que no respetan. La mentalidad de los pasajeros se trastoca y a cada empujón van perdiendo la paciencia y hasta los más educados y las damas terminan dando codazos y disputando con el vecino que los pisa o que se cae cuando el transporte para bruscamente. Es una lucha feroz, en la que unas dejan la peluca, otros pierden la cartera, algunos reciben bofetadas y otros abusan de la vecina.
El mal estriba en que Transmilenio no resuelve todos los problemas de transporte. Es apenas una solución para un sector de la ciudad. En Bogotá se necesita con urgencia un transporte multimodal. Se requiere el Metro; un sistema de cable. Falta una vía circunvalar. Es preciso reeducar a la población, es del caso modificar horarios de clase y de trabajo. En suma, Bogotá reclama con prontitud un gerente. Se deben mejorar y rediseñar las vías. Es indispensable educar a los conductores de los buses, taxis y particulares, para evitar que unos inmovilicen a los otros en las esquinas, que den paso y respeten a los transeúntes.
Y por sobre todas las cosas, no podemos seguir improvisando, que no se le ocurra al alcalde Gustavo Petro seguir los consejos de los que lo invitan a invadir con los autobuses del Transmilenio otras vías de la ciudad, eso colapsaría la movilidad y provocaría el rechazo de todos los bogotanos a los que se les agotó la paciencia…