*Defensa de la libertad de expresión
*Por fortuna en Colombia hay democracia
Afortunadamente en nuestro país no imperan regímenes de tendencia izquierdista como en Venezuela, Argentina o Ecuador, unidos por lazos y convicciones que se manifiestan particularmente en sus ataques a la libertad de expresión. Existe aquí, ciertamente, una Constitución que ha mantenido la antorcha periodística que viene de décadas, por no decir centurias, y que le ha servido al país para presentarse, con todas las dificultades de una historia compleja, dentro de los postulados democráticos de Occidente y cuyo periodismo ha sido baluarte latinoamericano, solo esporádicamente interrumpido en ocasiones de ingrata recordación.
No pueden, pues, aquellos países exacerbados por el populismo mostrarse de emblema de lo que no son y muchísimo menos de ejemplo a seguir cuando, por el contrario, no han hecho más que desdecir de lo que es central a la democracia: la prensa libre. Tanto como que en Colombia podrá cualquier articulista, como alguno en la última edición de la única revista nacional y política del país, mostrarse en franco desacuerdo con RCN y el nombramiento de Claudia Gurisatti, en la dirección televisiva de la organización, como igual se puede, en un editorial como este, entrar a defenderlo, no por el nombramiento en sí mismo, sino por la libertad que tienen los directivos y dueños del medio de hacerlo, lo mismo que el periodista de aceptarlo o no. Y por supuesto de adoptar la línea editorial que a bien tengan, dentro de los límites de la honra y las eventualidades de la rectificación si ello es necesario. Es decir, dentro de los cánones legales. Que por descontado son elementos que esa compañía periodística siempre ha respetado y prohijado en su larguísima trayectoria radial, impresa y televisiva.
Sostiene el articulista que NT24, canal internacional de RCN y de donde venía Gurisatti antes de ser nombrada, ha sido, no un órgano de periodismo, sino de propaganda “para atacar día y noche a las izquierdas de América Latina y propagar las ideas de las derechas del continente. Pero en el vasto panorama de la región este medio no era relevante”. ¿Sería por su “irrelevancia”, claro está, que NT24 fue proscrito de Venezuela, expulsados los periodistas y cortada su señal? Lo que demuestra, precisamente, la premisa contrapuesta. Es decir, que a causa de su relevancia fue atrabiliariamente censurado al igual que otros, tanto venezolanos como del continente. Y eso, desde luego, vale recordarlo, porque la defensa de la libertad de prensa no puede ser parcial, para unas cosas sí y para otras no.
Pero, aún más allá, nadie dudaría, por ejemplo, de que NT24 logró un éxito periodístico latinoamericano trascendental con programas como el “Club de Prensa”, de todas las tendencias ideológicas del continente y que justamente ha sido galardonado en diversas instancias mundiales, como sería un exabrupto no aceptar que RCN radio también ha hecho lo propio en sus diferentes espacios noticiosos.
Aparte de ello, claro, hay quienes persisten en la idea de que Colombia se divide exclusivamente entre “uribistas” y “santistas”. Esa tábula rasa ya no se la cree nadie, salvo por aquellos que quieren mantener un statu quo hace tiempo inexistente. De modo que acusar a Gurisatti de “uribista” sería tanto como acusar al dicho articulista de “santista”. Y todos tan tranquilos. Pues no. El periodismo colombiano es mucho más que eso. Y la opinión pública colombiana es mucho más madura que pleito tan inútil. En todo caso, aun si Gurisatti fuera “uribista”, ¿está mal que lo sea? ¿Está mal que el medio que dirige tenga esa tendencia? Son los televidentes, en ese caso, quienes deciden sobre cuáles son sus predilecciones. Esa es la libertad de expresión en la democracia.
Por lo demás, dice el articulista que Colombia es más que Santos y Uribe. Sin duda, como lo dijimos, así es. Pero, a no dudarlo, también es Santos y Uribe. Y no es pecado que alguien tome uno de los dos cabos de ese espectro. O que mantenga una posición intermedia o diferente. Para ello, por fortuna, reiteramos, no estamos en regímenes como los de Venezuela, Argentina o Ecuador, donde impera el unanimismo a rajatabla. Donde disentir se ha vuelto un crimen. Si el proceso de paz, al que se refiere el articulista como un círculo virtuoso, no tiene credibilidad, no es por culpa del periodismo, en general, ni de RCN en particular. Al menos eso debe quedar claro, so pena de que se terminen echando la culpa a las falencias del proceso, como comienza a hacer carrera en La Habana, al ejercicio de la libertad de expresión.