- Cada día se conoce mejor al enemigo: el Covid-19
- Avances prometedores en vacunas y tratamientos
Si bien es cierto que la pandemia del Covid-19, que en cinco meses ha causado alrededor de 300 mil muertes, cogió fuera de lugar a toda la ciencia médica, a tal punto que la única herramienta a la que el mundo acude para tratar de frenar la expansión y saldo fatal del inédito virus es la cuarentena y el aislamiento social, un método sin duda arcaico y que desdice de una humanidad que se precia de estar en uno de los momentos de mayor desarrollo tecnológico de su historia, la balanza en la batalla entre este coronavirus y los científicos poco a poco se empieza a nivelar.
La principal prueba de ello es que en distintos países avanza de forma acelerada el desarrollo tanto de vacunas como de tratamientos para contener la agresividad del virus, sobre todo en personas que tienen comorbilidades preexistentes, como la hipertensión arterial y la diabetes, lo cual aumenta sustancialmente el riesgo de letalidad.
Esa carrera científica, en la que están involucradas casi todas las multinacionales y laboratorios de investigación y desarrollo farmacéutico en el planeta, así como las más prestigiosas universidades del mundo, al igual que las principales instancias científicas públicas y privadas de todas las latitudes, ya empieza a dar frutos certeros, generando una luz de esperanza en una temerosa humanidad que nunca pensó que se vería obligada a confinarse ante un enemigo tan imprevisible como feroz.
La batalla, como se dijo, se está dando en dos frentes y en ambos se reportan avances prometedores. En cuanto al desarrollo de la vacuna ya farmacéutica, universidades, centros de investigación de primer nivel en Estados Unidos, Reino Unido, China, varios países europeos y naciones de otras latitudes han anunciado que tienen en proceso de experimentación distintas alternativas. El método estandarizado para comprobar la eficacia de una vacuna comprende tres fases, cada una de las cuales debe cumplir con protocolos muy estrictos en cuanto a ensayos, alcance, evaluación de inmunogenicidad, cualificación de dosis, efectos colaterales, evaluación de resultados, bioseguridad del compuesto… Como es apenas obvio, dada la velocidad de expansión del Covid-19, algunas de esas etapas se han acortado y varias de las potenciales vacunas incluso superaron la fase de pruebas en animales y se están aplicando a grupos focalizados de personas. Los reportes preliminares son prometedores, pero, aun así, los expertos consideran que, en el mejor de los casos, antes de seis, ocho o diez meses ninguna habría completado todo el proceso de bioseguridad y bioequivalencia, como para ser aprobada e iniciar un cronograma rápido de producción, distribución y aplicación a nivel planetario.
Paradójicamente, los progresos en este campo están generando polémicas mundiales en torno a cuál debe ser la prioridad en materia de países y grupos poblacionales a inocular primero.
Un segundo frente de la ciencia médica en su batalla contra este coronavirus se está dando en el tratamiento. A medida que han pasado las semanas, es claro que se ha podido avanzar de forma sustancial en descubrir no solo la secuencia genética del mismo, sino cómo ataca, cuáles son los órganos y funciones corporales más afectadas, las enfermedades preexistentes de los pacientes que más se complican una vez se produce el contagio y, sobre todo, las etapas de evolución de la enfermedad. Es más, se ha podido tener un cuadro clínico más claro sobre la tipología de los síntomas primarios y secundarios, nuevos factores de riesgo y su correlación con otras patologías de las personas infectadas. Ello explica, en principio, por qué el nivel de letalidad del virus no se ha disparado a cifras apocalípticas, como se llegó a temer en marzo, cuando la Organización Mundial de la Salud declaró la existencia de la pandemia.
Con base en ello, todo el cuerpo médico-científico en sus distintos campos y especialidades ha podido pasar en pocas semanas de la inicial y arriesgada experimentación con algunos medicamentos o compuestos, en su mayoría antivirales de distinto espectro y complejidad, a un mayor grado de certeza sobre la efectividad de varios de ellos. Es más, ya las agencias oficiales farmacéuticas de varios países han aprobado determinadas drogas para tratar pacientes infectados. A ello se suman los recientes progresos en Japón, Israel y otros países con un mecanismo de anticuerpos proteínicos que sería capaz de bloquear la capacidad de reproducción del virus e incluso de neutralizarlo. Sin embargo, los avances en estos frentes todavía están en la etapa de laboratorio y faltan las fases de pruebas en animales y seres humanos.
Como se ve, hay una luz de esperanza cada vez más intensa en cuanto a la posibilidad de encontrar una vacuna o un tratamiento efectivo contra el Covid-19. No es un proceso fácil ni automático, es claro. Sin embargo, cada día hay más motivos certeros para creer que la batalla contra este virus se puede ganar o, al menos, reducir su índice de letalidad global. La ciencia médica está ahora a la ofensiva.