¿Cambio o revolución? | El Nuevo Siglo
Miércoles, 20 de Noviembre de 2013

*El suspenso chileno

*Se recalienta el debate

 

La  Alianza por Chile, que  representa a la Unión Democrática Independiente  y a Renovación Nacional se trazó una estrategia pesimista y defensiva, para superar las perspectivas oscuras del panorama electoral para las presidenciales, amenazada por la catarata de reformas que impulsa la señora Bachelet, que figuraba en las encuestas muy por encima de sus contendores y con claras posibilidades de ganar en la primera vuelta la elección presidencial. Era tal la ventaja de la expresidenta, que Pablo Longueira, un brillante exministro del gobierno de Sebastián Piñera, entró en una honda melancolía y angustia, en la medida que las encuestas mostraban que se hundía varios centímetros cada día. Un profundo sentido de la responsabilidad y la pesadumbre de conducir al partido al abismo de la derrota, lo llevaron de manera súbita a renunciar a su postulación, algo inédito en la política austral. Los esfuerzos del partido de gobierno por sacar del cubilete mágico un nuevo candidato que superase el desconcierto de la Alianza y satisficiese los anhelos de las masas en tan deplorables condiciones, tropezaron con el rotundo no de las personalidades más representativas y ambiciosas. El tiempo corría de manera tormentosa y el oficialismo perdía puntos cada día sin encontrar una fórmula salvadora. La caída en las encuestas del gobierno pesaba como lápida sobre su partido y las posibilidades electorales, las masas se preparaban para pronunciarse en contra con el voto castigo.

Es cuando, aparece segura y desafiante, Evelyn Matthei, la hija del general retirado y héroe de la Fuerza Aérea, que hizo parte de la Junta Militar que presidió el general Augusto Pinochet. Se trata de una ingeniera que combina su profesión con la política, con fama de ser una excelente administradora y una enferma por la política, que se apasiona en la lucha por el poder y la competencia con sus contendores; se dice que no pide ni da cuartel en la brega por el poder, puesto que esa es la educación que recibió de su padre, un oficial disciplinado e irreductible. Y su importancia no se da por haber sido ministra estrella del gobierno de Piñera. Por el contrario, en su momento estuvo compitiendo por la candidatura partidista con el hoy Presidente, hasta que se presentó un escándalo por cuanto en el año de 1993 se vio envuelta en un escándalo lo que se conoció como  el 'Piñeragate', En este contexto “fue divulgada una grabación telefónica en la que se escuchaba a Piñera hablando con su amigo Pedro Pablo Díaz, y en la que le pedía que actuara sobre los mediadores de un debate presidencial televisado próximo, con el fin de disminuir la credibilidad de su opositora Matthei y así bajarla de la carrera presidencial a la Moneda”. La señora Matthei se retiró indignada del partido y rompió con su colega y amigo. Entró a formar parte de la Unión Democrática Independiente y siguió su carrera como diputada  hasta pasar al Senado. Allí se consagró como inteligente, esforzada y recursiva parlamentaria. Para aceptar el ministerio en el gobierno de Piñera, donde brilló con luz propia por su eficaz desempeño.

Entre tanto, la candidata Bachelet, segura del triunfo que le daban las encuestas en la primera vuelta, se radicalizó un tanto, para seguir la vieja prédica que se inicia en la región a principios del siglo XX en Uruguay, donde por la demagogia y el populismo asistencialista, el país más civilizado políticamente y próspero de la región, se hundió económicamente. La candidata socialista ha manifestado el compromiso de  establecer un Estado laico, declarar gratuita la educación en el país, asegurar derechos sexuales y garantizar “la igualdad social”, entre otras cosas. Para adelantar sus reformas revolucionarias no cuenta con el número de legisladores necesarios.

La señora Bachelet no alcanzó el 50 por ciento de los votos en la primera vuelta, así aventaje por el 21% a la candidata de derecha, Evelyn Matthei, que sacó un  25% de respaldo. Lo que complica el panorama electoral es que se presentó una abstención del 50%, siendo los indiferentes, los que no votaron los que ganaron. Quizá no acudieron a las urnas por considerar que nada detenía a la señora Bachelet, que ninguno de los candidatos colmaba sus expectativas y que con las cartas marcadas no valía la pena participar. La cosa cambia con el resultado inesperado, la segunda vuelta del 15 de diciembre facilita alianzas de parte y parte, lo mismo que incentiva las pasiones y el suspenso. La reflexión electoral se dará entre el cambio que representa la candidata derechista Mattei y el populismo revolucionario de la Bachelet,  que en vez de mejorar el nivel profesional de los educadores sindicalizados de izquierda, promete educación gratuita de baja calidad.