* Declive del “circo” y la polarización
* Energías en la reactivación y lo social
Desde la época de los romanos se suele decir que la política es “pan y circo”. No obstante, es un refrán que no parece cumplirse en lo absoluto en el caso de Joe Biden, en sus primeros cien días como presidente de Estados Unidos.
En efecto, el país norteamericano estaba acostumbrado al circo cotidiano de Donald Trump, quien mantenía la tensión política al rojo vivo, haciendo uso del twitter y de cuanto escenario le fuera favorable para generar polémica. Eso hizo, ciertamente, que la política como espectáculo cobrara una vigencia inusitada. Y en ello no solo participaba él, sino igualmente parlamentarios, medios, periodistas y hasta académicos.
Llegado Biden, el primer resultado de su gobierno, al cumplir los cien días de su mandato, es justamente haber abandonado por completo ese estilo y dejado un vacío que reporteros y analistas hoy parecerían añorar como fórmula de debate. Incluso suele dar pocas ruedas de prensa. Pero es ese, precisamente, el logro más evidente del titular de la Casa Blanca en tan corto lapso. Es decir, no irse por las ramas, dejar de lado las discusiones vacuas y concentrarse en gobernar a partir de los instrumentos a la mano para hacerlo.
Paradójicamente, es también por esto que muchos tildan hoy a Biden de ser un presidente ‘aburridor’. Así lo registran a diario en los Estados Unidos y el mundo revistas y periódicos que, en cierta medida, han perdido la preponderancia que tuvieron en la época Trump. Y lo mismo ocurre en las redes sociales, donde ya no hay muchos alicientes para el insulto y el resentimiento que suelen primar en estas plataformas digitales.
De esta manera, asimismo, podría decirse que Biden ha sepultado la polarización, al menos como marco conceptual en la orientación de un país. Y eso está bien. Nada peor para las naciones que buscan un norte, mucho más en medio de la dramática situación causada por la pandemia, que mantenerse en ese precipicio del divisionismo y la delectación por el poder.
Desde luego, inclusive como ocurre en Colombia, hay quienes viven de la polarización y no son capaces de una articulación de conceptos a partir de los aportes y las ideas. Pero esto cada día se demuestra como arcaico, puesto que nada más superfluo que los debates que no llevan a ninguna parte, manteniendo a sus protagonistas cerrados a la banda, sin ceder en un ápice y aferrados a la terquedad de las posiciones.
De otra parte, si bien el mandatario ha dejado de lado el “circo” ha sido, en cambio, muy activo en buscar el “pan”. A esos efectos ha desbordado cualquier plan de presidente norteamericano alguno, en sus primeros cien días, con base en la gigantesca y trillonaria estructuración de canales para reactivar la economía, darle salida a los más vulnerables, generar un programa de infraestructura colosal, fomentar el empleo y hacer un modelo de desarrollo sostenible, cuya columna vertebral es combatir el cambio climático.
Eso lo ha hecho Biden en el sigilo de la Casa Blanca, trabajando con sus asesores, luego de haber logrado conformar un gabinete que representa a la coalición de gobierno, sin sucumbir a las voces que pretendían unos ministerios ideologizados y radicalizados.
En esa misma dirección, el Presidente no se ha cerrado al círculo exclusivo y exclusivista de su partido, como algunos pudieran pretenderlo, sino que, por el contrario, una y otra vez ha pedido el respaldo republicano para poder sacar avante sus ideas, en especial las últimas de su plan social, con base en una profunda reforma tributaria.
No es, pues, cierto, como algunos dicen en Colombia, que por causa de la crisis económica causada por el coronavirus no se esté recurriendo en muchos países a reformas con el fin de poder asignar los recursos que lleven a la protección de los más desfavorecidos. De hecho en otras latitudes, como en el seno de la Unión Europea, se han enviado múltiples comunicaciones a los Estados miembro con el objeto de que presenten las reformas fiscales para allanar las deudas ocasionadas por la pandemia y sufragar internamente los gastos correspondientes.
En estos cien días, igualmente, Biden logró un plan de vacunación que le está permitiendo a la sociedad norteamericana vislumbrar un futuro muy diferente al que se oteaba hace algunos meses. Por supuesto, no es de despreciar que fue el presidente anterior el que fomentó las vacunas y la vacunación como una política de Estado y que su sucesor ha duplicado los esfuerzos.
Es claro, también, que el nuevo Jefe de Estado ha tenido tropiezos de envergadura, como el reversazo en su plan de inmigración, que fue el corazón de la campaña.
De igual manera, ha cambiado los ejes de la política internacional, no sin una agresividad que se le desconocía, y que todavía es prematuro saber cuál será su resultado final. En todo caso, también ha puesto su fe en el multilateralismo, comenzando por el reingreso al Acuerdo de París.
A los 78 años, Biden ha mostrado vigor para manejar a los Estados Unidos. Ello, sin duda alguna, concentrando las energías en lo urgente e importante, y dejando de lado el “circo” al que muchos, entre tirios y troyanos, se habían acostumbrado y del cual vivían.