La noticia sobre la sorpresiva renuncia del Papa Benedicto XVI, el ilustre prelado alemán que se destaca como uno de los pensadores más importantes de la Iglesia Católica, ha conmovido a los fieles de todo el mundo civilizado y las gentes de todas las religiones, como a los descreídos. Por lo general, desde los tiempos remotos de San Pedro, apóstol de Cristo y primer jefe espiritual de la Iglesia, son raros los papas que han dimitido de su cargo. Lo que desde la Edad Media hasta nuestros días no ocurría. El Papa explica con entera franqueza en su misiva que: "de cara a gobernar la barca de San Pedro y difundir el Evangelio, son necesarias tanto la fortaleza de mente como la del cuerpo, fuerza que en los últimos meses se ha deteriorado hasta tal punto en mí que he tenido que reconocer mi incapacidad para cumplir adecuadamente el ministerio que se me confió". El pontificado de Benedicto XVI de casi siete años ha sido de lucha constante contra los enemigos internos solapados o desafiantes que han intentado romper la disciplina y menoscabar la ortodoxia cristiana. Lucha que el Papa libra con sabiduría y pericia, dentro de los cánones prístinos más elevados de la concepción doctrinaria, en procura de reordenar el legado de Cristo y liberarlo de impurezas e interpretaciones descriteriadas y peligrosas.
El Papa anuncia su retiro para el 28 de febrero. Su influjo en la Iglesia ha sido inmenso, desde antes de asumir la silla de San Pedro, en insomne defensa de la doctrina y los deberes de la misión sacerdotal. Son famosas las tres encíclicas suyas. La primera encíclica de 25 de diciembre de 2005 se conoce como Deus cantas est, que se refiere a Dios y el amor, como esencia del cristianismo en su más hondo significado, ligado a la caridad y la solidaridad con los más necesitados de nuestros semejantes. Se trata de un escrito que tiene aspectos sublimes y poéticos sobre ese noble sentimiento que distingue al hombre de las fieras. El escrito busca suscitar en el hombre “una respuesta y el compromiso de amor a Dios”. En la segunda parte de la misma atiende los deberes de la Iglesia en su relación con el culto divino. La segunda Encíclica Spe Salvi, de 30 de noviembre de 2007, se considera de las más densas y profundas en el campo de la teología, en donde analiza la fortaleza y la virtud de la esperanza cristiana, tema esencial para entender su legado. En la misma consagra que: “sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo” el que funde la esperanza en la vida eterna, capaz de resistir "a pesar de todas las desilusiones". Incursiona en el tema esencial de la Iglesia de la idea de "eternidad" no como algo "interminable", sino como "el momento pleno de satisfacción, en el cual la totalidad nos abraza y nosotros abrazamos la totalidad". Se trata del momento en el cual la persona se sumerge "en el océano del amor infinito, en el cual el tiempo ya no existe". La encíclica Caritas in veritate, de 7 de julio de 2009, es considerada por los exégetas como la de mayor trascendencia en la cristiandad. Aborda temas fundamentales del desarrollo de los pueblos y condena la discriminación, el abuso de los poderosos que atentan contra la libertad, fomentan la tribulación social y la desigualdad, que ofenden los principios esenciales de la Iglesia. En el formidable escrito aclara que más que cambiar los modelos económicos, de lo que se trata es de modificar la mentalidad de los que oprimen a los menos favorecidos por la fortuna. Y señala, que es esencial volver y fortalecer los principios excelsos del cristianismo, en cuanto: “la transparencia, la honestidad y la responsabilidad”, que deben prevalecer sobre la iniquidad y la lucha darwiniana despiadada que plantean las escuelas económicas que propician el neoliberalismo salvaje. Para el Papa es esencial asumir la responsabilidad con “los principios tradicionales de la ética social”. Y advierte que: "la ciencia puede contribuir mucho a la humanización del mundo" al tiempo que tiene la terrible capacidad de "destruir al hombre y al mundo". Las encíclicas del Papa Benedicto XVI han sido publicadas en latín, como corresponde a su estilo ortodoxo y apegado a la doctrina.
El Papa Benedicto XVI actúa en un época en la que la guerra, los conflictos, la anarquía, la injusticia social y el avance de los enemigos de la Iglesia, los lleva a combatirla de manera injusta y visceral. Su gestión ha sido como el algodón entre las fuerzas disolventes y un faro que ilumina el camino de las gentes de buena voluntad.