Alianza ambiental | El Nuevo Siglo
Viernes, 14 de Noviembre de 2014

*EE.UU. y China contra el cambio climático

 

*Pasar de lo bilateral a lo multilateral

 

El  reciente acuerdo entre Estados Unidos y China para enfrentar el cambio climático es una de las noticias más importantes, no solo del año, sino de décadas. Comenzando, ciertamente, por el hecho de reconocer que el calentamiento global y la disfunción del clima, fruto de la emisión de gases hemisféricos, es un hecho no solamente académico y científico, sino que afecta el diario vivir y hace hoy parte del entorno cotidiano.

Un país como Colombia, que posee la mayor biodiversidad del mundo por kilómetro cuadrado, tiene a su vez una de las peores vulnerabilidades, precisamente, en el cambio climático. De hecho, está reputada Colombia como una de las naciones de mayor afectación por el fenómeno al lado, por ejemplo, de la India y Pakistán.

El país, sin embargo, solamente colabora en un 0.37% en la emisión de gases globales de efecto invernadero. Por el contrario, China y Estados Unidos pueden estar colaborando en un 60%, por lo que cualquier convenio en procura de su reducción resulta plausible para toda la humanidad.

Está más que sabido, pese a algunos sectores retardatarios, que los cambios ambientales del planeta, como la incidencia climática o la degradación de los servicios eco-sistémicos, están elevando los riesgos para la vida, tal y como la conocemos hasta hoy, y reduciendo las oportunidades económicas, especialmente de los más pobres que no tienen apropiados mecanismos de defensa. Los flujos de bienes y servicios, cada vez más interconectados en un mundo global, están siendo presionados además por las necesidades de una población en crecimiento.

No es más sino entender que para el año 2050 el número de habitantes del orbe habrá crecido hasta 9 mil millones de personas, es decir 2 mil millones adicionales, lo que supone, desde luego una mayor demanda de energía y alimentos, todo ello presionando la oferta del recurso hídrico. De este modo, lo que más interesa es la protección del agua que es, justamente, el elemento desquiciado por el cambio climático.

En la actualidad rara vez los problemas ambientales se enfrentan de una manera integrada y cada país hace sus esfuerzos por aparte. Ciertamente existen tratados internacionales que de alguna manera han servido para que cada quien, desde su región, se aplique a los mismos objetivos y en ello ha sido vital la orientación de las Naciones Unidas. En todo caso la conexión entre los abruptos cambios del clima, la desertificación de grandes territorios, la acidificación de los océanos, la baja de los recursos hídricos y la pérdida de biodiversidad, deben ser confrontadas en su conjunto, mucho más en un mundo globalizado. Por eso, como bien lo dice Naciones Unidas, debería generarse un marco de gobernanza adaptativo de carácter universal. No han sido particularmente proclives Estados Unidos y China a participar o firmar  pactos medioambientales internacionales. Por eso el reciente acuerdo, aunque sea de carácter bilateral y no multilateral, demuestra que se está virando en la dirección correcta. Es necesario, primero que los países armonicen las políticas nacionales dentro de los propósitos globales. Los acuerdos colectivos para preservar el ambiente necesitan, primero, que cada nación haya tomado conciencia de los retos.

La reducción de gases de efecto invernadero, generalmente producido por las industrias de chimenea y la huella de carbono de múltiples actividades económicas, requiere que las grandes potencias se impongan objetivos concretos. El mundo, sin duda, ha recibido con beneplácito que por primera vez  los Estados Unidos y China hayan encontrado un escenario común para hacerlo.

Hoy el modelo de desarrollo económico, como se conocía hace un par de décadas, no tiene asidero. La salvaguardia y protección de los recursos naturales y su exploración y explotación de modo sostenible son un imperativo categórico del mundo contemporáneo. Cualquier acción o concepto en contrario es un arcaísmo. Sin llevar la situación a los extremos, es a todas luces evidente que se requiere mejor tecnología, nuevos inventos y una adaptación mundial que no afecte eso que se pensó que era eterno e inmodificable: el clima.