Si bien es cierto que era previsible que los informes sobre calentamiento global concluyeran que el 2023 fue el año más caluroso en la historia, más aún por la presencia del fenómeno del Niño en la zona ecuatorial occidental, el hecho de que la propia Organización Meteorológica Mundial (OMM) hable de “alerta roja” impactó a todo el planeta.
Según el informe, el año pasado registró las más altas temperaturas desde que se lleva este tipo de registros, con una media mundial cerca de la superficie de 1,45°C por encima de los niveles preindustriales. En ese orden de ideas, estamos ante la década más cálida en la historia.
Pero no solo son las altas temperaturas. La agencia de la ONU también advierte que se batieron, una vez más, todos los récords con respecto a los niveles de gases de efecto invernadero, las temperaturas en superficie, el calor y la acidificación de los océanos, el aumento de nivel del mar, la capa de hielo marino de la Antártida y el retroceso de los glaciares.
Bajo el calificativo de “caos climático”, el informe de la OMM señala, por ejemplo, que en un “día normal” de 2023, casi un tercio de la superficie oceánica se vio azotada por una ola de calor marino, lo que perjudicó a ecosistemas vitales y sistemas alimentarios. A ello se suma que los glaciares sufrieron la mayor pérdida de hielo registrada desde 1950. Igualmente, las concentraciones observadas de los tres principales gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano y óxido nitroso) alcanzaron niveles récord en 2023.
Como es apenas obvio, todo este escenario crítico de condiciones meteorológicas y climáticas genera coletazos en materia de desplazamientos poblacionales, inseguridad alimentaria, pérdida de biodiversidad, problemas sanitarios y un incremento de tragedias naturales.
Aunque no todo es malo. Hubo hechos a resaltar, por ejemplo, el año pasado se avanzó en transición energética, ya que las fuentes renovables aumentaron sustancialmente, totalizando 510 gigavatios, el mayor ritmo observado en dos décadas.
Una vez más las cifras sobre el costo de la lentitud en el combate al cambio climático son muy altas: entre 2025 y 2100 puede alcanzar los 1.266 billones de dólares, lo que representa la diferencia en pérdidas entre un escenario sin cambios y alcanzar los 1,5ºC.
Como se ve, cuando se habla de “alerta roja” no se trata de un adjetivo exagerado ni fatalista. Es un campanazo objetivo que debe llevar a la humanidad a combatir de forma más efectiva, integral, inteligente y gradual el calentamiento global.