Por Giovanni E. Reyes (*)
ES evidente que la recuperación económica en Estados Unidos ha tomado forma. No son los niveles que se desearían en pro de reducir drásticamente los índices de desempleo, pero sí son datos alentadores. Por otra parte, Europa aún se debate con niveles de crecimiento que parecen no ser aún sostenibles del todo y que no recuperan plenamente la demanda de los mercados internos que se observaba antes de la crisis financiera con inicio en septiembre de 2008. A todo esto, Japón todavía se mantiene en niveles de aumentos de producción muy poco estimulantes.
No se esperaría, pues, que las locomotoras tradicionales del crecimiento económico del planeta puedan jalonar totalmente la economía mundial en el corto plazo, al menos para diciembre de este año. Es de allí y de su notable tamaño, la importancia que tiene el desempeño de las principales economías emergentes.
Tómese en cuenta, en particular en el sentido de los tamaños de ésta últimas, que el martes 7 de octubre de 2014, el Fondo Monetario Internacional reconoció oficialmente, que -considerando el factor del poder paritario de compra- China sobrepasaba al total de producto interno bruto de Estados Unidos. Con ello se convertía en el país con la mayor economía del planeta.
Las economías emergentes que se posicionan como locomotoras –sino mundiales al menos en considerables áreas de influencia en el planeta- son: Brasil, China, India, Indonesia, México, Nigeria, Rusia, Sudáfrica y Turquía.
Debido al tamaño de su población y la capacidad de impacto, China junto a Nigeria, eran antes de la crisis, las economías de mayor crecimiento, con un 10.9 por ciento de promedio entre 2002 y 2008. Ya en los últimos años -luego de 2008, hasta 2014- el gigante asiático continúa siendo la economía que crece con mayor dinamismo, no obstante haber disminuido a 8 por ciento como promedio anual.
Casi todos los países emergentes han visto disminuir sus tasas de crecimiento. Por ejemplo Brasil pasa de 3.5 por ciento como promedio en los 10 años de la pre-crisis, a 1.2 por ciento de aumento de producción en los pasados 6 años. En Rusia, el descenso también ha sido significativo, pasando de 6.6 por ciento de crecimiento a tan sólo 1.5 por ciento.
En este último caso, la situación se ve agravada no sólo por las sanciones políticas de occidente, sino también por la baja ostensible del precio del crudo, uno de los mayores productos de exportación rusa. Otras naciones que contraen su desempeño de crecimiento son Sudáfrica, India, y Turquía.
No obstante esa tendencia general, existen excepciones. En efecto, son dos los casos que se ubican en esta categoría: (i) México, cuyo promedio de crecimiento económico pre-crisis pasó de 1.8 por ciento a 2.5 por ciento luego de 2008; e (ii) Indonesia que conforme a esos indicadores, pasó de un crecimiento de 5.4 de 2002 a 2008, a 5.9 por ciento a partir de 2009.
Desde 2002 se tuvo un “boom” en el precio de las materias primas en los mercados externos, es decir en muchos de los productos de exportación de la región latinoamericana. Las cuentas de exportación de los países crecieron más en función de la factura que por causa de la cantidad, del “quantum”, de los productos que se vendían. Eso se interrumpió prácticamente con la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, el 13 de septiembre de 2008.
La crisis financiera, que fue precedida por los conflictos de los fondos basura del sector inmobiliario en agosto de 2007, no ha sido totalmente superada y ahora se tiene un nuevo factor: el precio bajo del petróleo y los carburantes.
Éstos últimos han perdido casi la mitad de su valor desde junio de 2014 a marzo de 2015. El fenómeno beneficia a los países que importan petróleo –siempre que los precios de los combustibles impacten positivamente en los consumidores- y constituye un freno al crecimiento de países exportadores de crudo, tal el caso en Latinoamérica, de México, Venezuela, Colombia, Brasil y Ecuador.
Se espera que los países latinoamericanos en conjunto crezcan entre un 2.1 y 2.4 por ciento para fines de 2015. Lejos de los niveles del 6 por ciento que permitirían sosteniblemente, hacer descender los índices de pobreza en la región. En el ámbito mundial se espera que la economía del planeta pueda crecer un 3.3 por ciento durante el presente año.
De nuevo, mientras no se tengan exportaciones con valor agregado por parte de Latinoamérica, el crecimiento económico será errático; continuarán, además, las grandes inequidades sociales basándose en empresas rentistas e instituciones débiles, con motivaciones exclusivas de beneficio en el corto plazo.
(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.