LA ECONOMÍAchina, como la de Asia en general, no va a efectuar un aterrizaje brusco este año pese a la crisis bursátil que azota a los mercados financieros, afirmó el presidente del Banco asiático de Desarrollo (BAD).
Masivas ventas de acciones en China, con consecuentes caídas de sus bolsas alimentaron la semana pasada temores sobre la salud de la segunda economía mundial.
"No soy muy pesimista sobre China declaró el presidente del BAD, Takehiko Nakao, a periodistas en Manila.
Añadió que mantenía su previsión de crecimiento para China en 2016 del 6 al 7%, mientras que el BAD apuesta por un aumento del PIB chino en 2015 del 6,9%.
Asia en su conjunto, que depende en gran parte de China, debe crecer un 6% en 2016, un poco más que la previsión del 5,8% para esta región en 2015, afirmó Nakao.
Por su parte nuevo economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Maurice Obstfeld, tiene claro que la evolución de China será determinante en el año que acaba de comenzar. “Su economía se está desacelerando en medio de la transición de un modelo basado en la inversión y la manufactura hacia el consumo y el sector servicios. Las repercusiones globales de la reducción de la tasa de crecimiento, a través de la disminución de sus importaciones y una menor demanda de materias primas, han sido mucho mayores de lo que hubiéramos esperado”, expuso esta semana.
No en vano, el gigante asiático ha sido el principal contribuyente a una década dorada para muchos países productores de materias primas gracias a su fuerte y aparentemente inagotable sed de materiales y energía. A finales de 2014, China suponía el 12,3% de las exportaciones y el 10,2% de las importaciones del comercio global de mercancías, según datos de la Organización Mundial del Comercio.
La reestructuración del modelo económico del gigante asiático es uno de los puntos clave. El desarrollo chino ha sido hasta ahora intensivo en industria manufacturera e inversión estatal, lo cual convirtió al país en un gran consumidor de materias primas como petróleo, cobre o hierro. Ahora Pekín pretende que su economía crezca de forma más sostenible, priorizando el sector servicios y el consumo de sus ciudadanos.
El cambio ha provocado una caída de sus compras de materias primas. Esto, unido a otros elementos como las nuevas técnicas de extracción de crudo y gas, ha propiciado el derrumbe de los precios y acabo por afectar a las economías de los países productores, muchos de ellos muy dependientes de los intercambios con China.
En cuanto al crecimiento, entre 2010 y 2015, China ha contribuido en un 35% al aumento del PIB mundial, según cálculos del FMI. La preocupación, según los expertos, no es tanto que China esté al borde de una recesión, sino la evidencia de que el país ya no ejercerá de salvavidas del crecimiento global sin que se haya encontrado aún un sustituto.
La receta del FMI pasa por una reforma financiera que permita una liberalización urgente de los mercados y la necesaria eficiencia de capital, si bien la duda gira en torno a si el hipertrofiado tamaño de China permitirán una transición sin daños irreparables. /AFP