Drones equipados con sensores y cámaras de video térmicas podrán ubicarse en bosques y reservas naturales, para que sobrevuelen la zona y detecten incendios en su etapa temprana.
Lo que en realidad hace posible la ubicación exacta de un conato de incendio son los sensores biométricos de presión, humedad y temperatura ubicados en los pequeños vehículos aéreos no tripulados.
El diseño de este proyecto es el resultado del trabajo interdisciplinario de estudiantes de Ingeniería de Sistemas, Industrial, Administrativa, Petróleos y Mecánica, integrantes del seminario de Ingeniería Tres de la facultad de Minas.
Una vez confirmada la existencia del incendio forestal se emite una alarma de incendio y se da aviso a las autoridades competentes a la vez que se da la orden de despliegue del dron de supresión.
Dicho aparato tiene una pistola liviana de aire comprimido, similar a las que se usan en un juego depaintball, que disparará balas de CO2 sólido, también conocido como hielo seco.
“Al disparar el hielo seco al fuego, parte del calor va a perder energía tratando de alcanzar el equilibrio térmico y la energía que las llamas gastarían en prender otras maderas la gasta tratando de derretir el hielo”, explica Andrés Felipe González, integrante del seminario de Ingeniería Tres de la facultad de Minas.
Al derretirse el hielo el CO2 queda en estado gaseoso, lo que formará una capa entre la madera y las hojas que se están quemando, desplazando el oxígeno del aire hacia afuera, agrega.
Un incendio se compone de un tetraedro de calor: el calor de la energía que se desprende de un incendio, el combustible -maderas y hojarasca- que pueden encontrar las llamas para expandirse y el comburente, que es el oxígeno que utiliza el fuego para consumir.
De manera que las balas de CO2 sólido lanzadas desde el dron están afectando dos lados del tetraedro a la vez: el calor, al tratar de derretir el hielo, y el comburente, al desplazar el oxígeno que utiliza el fuego.
El dron de supresión también está equipado con una cámara de video, ubicada en el mismo eje del cañón de la pistola, para que el piloto pueda tener claridad del punto en el que va a disparar las balas de CO2.
“El dron, con la cámara y la pistola, quedará con carga disponible para 400 balas de CO2, lo que dará una efectividad para extinguir un incendio de cinco metros cuadrados con hasta 50 cm de altura. Si el incendio no se extingue por completo le damos un tiempo de respuesta a las autoridades, tiempo muy valioso para la operación, reduciendo sobre todo los costos ambientales”, agrega Andrés Felipe González, estudiante de Ingeniería de Sistemas.
Para cumplir con la normativa de la Aeronáutica Civil, que restringe el vuelo de estos aparatos a “no menos de 152 metros ni a más de 750 metros de distancia del operador”, se proponen tres puntos de control en la zona en la que se implemente el sistema y un vuelo de monitoreo a 150 metros del suelo. Esta distancia es suficiente para que la aeronave no se vea afectada por las llamas y para que el impacto de las balas de CO2 sobre la tierra estallen contra el suelo y surta el efecto esperado.
“El éxito de este proyecto es la detección temprana del incendio, porque le da al dron una mayor capacidad para apagarlo y además las autoridades tendrán más tiempo de acudir al lugar a mitigarlo totalmente o a tomar las medidas de poscontrol, aplicadas en estos casos”, puntualiza el estudiante González.
$38 millones
En diálogo con EL NUEVO SIGLO, el estudiante indicó que un dron de estas características bien podría estar costando alrededor de 30 millones de pesos y que la adecuación que debe hacérsele para que cumpla las funciones contraincendios alrededor de otros ocho.
Aunque González afirmó que el proyecto se hizo como una propuesta académica, si encuentran alguna fuente de financiación podrían avanzar hacia la construcción de los drones.
Interrogado acerca de si habían presentado el proyecto a algún organismo que trabaje en la prevención y atención de emergencias, indicó que algunas personas han mostrado interés por la idea. Agregó que hablaron con una funcionaria del Área Metropolitana de Medellín, quien les indicó que la propuesta era buena, sobre todo en momentos en que coyunturas climáticas como las del fenómeno del Niño (que está terminando) generó una gran cantidad de incendios forestales en todo el país.
Según el último reporte de la Dirección Nacional de Bomberos en lo que va corrido de este año se han reportado 2.072 incendios forestales que afectaron 370 municipios de 28 departamentos, con más de 102.017 hectáreas de bosques y suelos blanco de las llamas. Casanare, Arauca, Cesar, Risaralda, Meta, Chocó y Magdalena, los más afectados.
* Agencia de Noticias UN-EL NUEVO SIGLO